En aquellos años, dirán las gentes, perdimos el rastro 
del significado de nosotros, de ustedes 
hasta encontrarnos 
reducidos a yo 
y todo ese asunto se tornó 
estúpido, irónico, terrible: 
intentábamos vivir una vida personal 
y, cierto, aquella fue la única vida 
de la que podíamos dar testimonio
Pero los grandes pájaros oscuros de la historia gritaron 
y se sumergieron 
en nuestro clima personal 
Fueron decapitados en alguna otra parte pero sus picos y
alas 
se movieron 
a lo largo de la costa, a través de los jirones de niebla 
donde permanecíamos, diciendo yo.
Adrienne Rich. Oscuros campos de la República. Norma,
2000. Traducción: Jorge Yglesia.
Imagen: Jakub Schikaneder. El último viaje, 1890.

Yo creía que el yo-yo era un juego de habilidad y concentración divertidísimo, y no el aburrido yoyo de nuestro ombligo.
ResponderEliminarYo creía que el yo-yo era un juego de habilidad y concentración divertidísimo, y no el aburrido yoyo de nuestro ombligo.
ResponderEliminarEl yoyo de nuestro ombligo, aburrido no sé, pero sí muy, muy peligroso.
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