martes, 11 de octubre de 2016

Sobre poesía y abstención técnica



BUENAS NOCHES, BOAS NOITES

Quisiera agradecer al Excelentísimo Presidente de la Diputación, a los señores y señoras diputados y diputadas, al Consejero de cultura de la Junta y al Conselleiro de cultura de la Xunta de Galicia, a los Excelentísimos procuradores y procuradoras de la Junta de Castilla y León, a todos ellos que nos han honrado con su ausencia en esta presentación.

Dentro de los actos paralelos a la “bienal del coche robado” que tradicionalmente se celebra, con gran éxito, en este municipio,  hoy tenemos esta presentación poética. 

Antes de nada, y antes de empezar a hablar, quiero decir algo. Tres cosas para que nadie se asuste:

La primera: esto no va a ser la típica presentación peñazo de poesía, esto va a ser una presentación peñazo, pero atípica.

La segunda: me comprometo a no hablar ni de política, ni  de la abstención técnica, que me tiene obsesionado esta semana. Solo y únicamente de poesía.

Y la tercera: ¡qué yo he venido aquí a hablar de mi libro! Porque este libro es mío y lo voy a demostrar claramente: si abrimos la página cinco vemos que reza  “Aurelio Alonso, Veguellina de Orbigo 15 de noviembre de 2015”  y hay también una dedicatoria que no he leído, que luego la leo si eso, pero ¡el libro es mío! Y la propiedad privada es una cosa muy seria, amiguitos, como veremos después. El que rece en la portada Conrado Santamaría es claramente circunstancial e irrelevante. ¡El libro es mío!

Además estoy tan de acuerdo con todos y cada uno de los versos que contiene que, o bien lo alabo en público hasta la náusea, o bien me lo tatúo en la espalda sin anestesia. Después de mucho pensar he decidido desechar  lo de tatuarlo,  no por estética ni por lo doloroso que pudiera ser,  sino porque he consultado y sale caro que “nin Dios”.

 Así que vamos allá. A alabarlo y avalarlo.

LA POESÍA, EL HECHO POÉTICO.

La poesía es una cosa que no lee nadie, y no me extraña. Hacen bien. 

Llevan años las poetas y los “poetisos” asustando al personal, echando a la gente del teatro. Unos “truños” sacralizados que solo entienden ellos y  la mitad de las veces ni siquiera ellos, ni con prismáticos.

Y así con fe y con perseverancia numantina enlodan sus egos enormes de artistas “artistísimos” en discusiones bizantinas sin contenido ni fin aparente. Discusiones  que  han conseguido que la mayor parte de los lectores, incluso los, a priori,  más proclives, escapen de ellos como de la peste bubónica.

Una de las discusiones que más tinta ha vertido es sobre si la poesía es un arma cargada de futuro, y si tiene o no que reflejar la realidad. Si tiene que dotarse de un contenido social o ser un jarroncito chino lleno de aire del Himalaya, 

que no se rompa ay madre 

que no se rompa.

Y en eso están las poetas leyéndose entre ellas, y los “poetisos” bebiendo y  percibiendo en el aire las repercusiones que en la sociedad producen sus tertulias. Y todos esos dictadores y esos financieros preocupadísimos con los poemas…

Y unos venecianos y  otros de la experiencia,  y a  unos  no los lee ni el tato en estos tiempos infames de triunfitos y de “sálvames”, y a los otros que tampoco los lee… ni su propio  editor.
Porque hablan de la “otredad” y del “yo”, y de “yo soy el otro” y de la “mismisidad” y de la levedad del ser de… y de… y mientras, veinticinco o treinta energúmenos del Hemisferio Norte se quedan con el equivalente a toda la pasta que produce todo el Hemisferio Sur.

Veinticinco o treinta energúmenos de la Isla de Manhattan que necesitan para vivir lo que producimos todo el resto y lo que tenía que quedar para los que vienen detrás.

Y mientras los poetas  se la cogen con el papel de fumar hecho con las lascas del marfil que les sobró de construir sus torres, el resto abandonamos el capitalismo para, sin solución de continuidad,  sumergirnos de lleno en un feudalismo bancario  que nos roba el tiempo, la salud y las caricias de nuestros hijos.

Y mientras esto ocurre, saquean al currito, al comerciante y al ganadero, al agricultor y al profesor, al autónomo y al funcionario, al empresario y al pobre.  

Y mientras esto ocurre nos embrutecen con su teatro bufo, con su fuegos fatuos, con esa pelota eterna rodando sobre un césped de linóleo. 

Mientras  los “poetitisos” y las “poetitisas” contemplan con el alma de su lupa el leve aleteo de la libélula alada. 

Porque amiguitos, los malos se han quedado los Bancos Centrales: ¿las máquinas de hacer parné? Sí. Y van por la Sanidad y la educación, por las pensiones y por  nuestro dinero y nuestro tiempo. Y por  nuestra felicidad. Y lo logran porque tienen unos poetas en nómina que retuercen el lenguaje, que inventan palabras… que con cuatro palabritas finas nos roban… nos roban...nos roban.  

La de esta semana es increíble, es muy buena: “abstención técnica”. 

¿Qué “carallo” es eso?

De los autores de: 

“No digas negro, di de color.”

“No digas obrero ni trabajador, di operario.”

“No digas empresario, di emprendedor.”

“No digas campo de concentración para pobres, di Centro de internamiento de extranjeros o CIE que queda más aséptico.”

“No digas tortura legal, di ficheros de internos de especial seguimiento o FIES.”

“No digas estafa di crisis”.

“No digas asesinar, di abatir.”

“No digas impuesto al sol di subvención al autoconsumo.”

“No digas “pasta para que te calles”, di indemnización en diferido.”

Bueno, pues de esos reconocidos autores esta semana llega: 

No digas “tamayazo”, no digas “haz lo que mandan los verdaderos jefes” di  abstención técnica”. 

Uy, me parece que estoy hablando de política. 

A lo que quería llegar yo es que por eso son tan necesarios poetas que abran camino como el chico éste. Poetas guerrilleros del “pan pan” y del vino tinto, de los de la boina calada aunque le intenten capar el rabo a escuadra. Cantores que nos pongan la verdad delante. Que nos muestren las cadenas que creemos no tener y que canten como cantaba el gran poeta anónimo.

Así, que sin más, os voy a leer un poema. Preparaos, agarraos a la silla, armaos de paciencia que ya va y es largo.

Se titula “salario”. 

SALARIO

Por un salario,

los años y los días

me han expropiado.


Conrado Santamaría. 

¿Esto es un haiku o un koam? o ¿es un “ostiazo a ver si despiertas”? .Un “date con el alpargate”. 

A ver si con tanta crisis y tanto miedo y tanta miseria nos  vamos a pensar que el trabajo es bueno. Que no,  que es malo, que nos expropia la vida, que nos quita el sol y el derecho a la pereza.  Que nos quita la embriaguez y los besos, y las carreras y los saltos, y el pisar los charcos y el robar la fruta y los gritos y los corros y, en definitiva, jibariza al niño grande que por dentro nos alimenta. 

Que el trabajo no es necesario, ¡coño!

lo necesario es el salario.

Bueno, a lo que iba, que yo no quiero  hablar de política.

Conrado nos presenta una poesía justa y necesaria, que va a ser nuestro deber y salvación. Una poesía clara, preclara. Una poesía guerrillera de interior. Lo explica en su poética. 

Voy  a leer otro poema 

“Agarraivos” otra vez que también es largo.

Poética


No llames y abre

la cancela del miedo

hasta darte alcance . 


Conrado Santamaría. 

Es decir,  no pidas perdón ni permiso, levanta el velo del miedo y de la ignorancia. Hay que quitar el “canguele”, hay que denunciar y levantarse donde toque porque es muy fácil salir de ésta… y muy difícil también.

El ser humano va camino de un barranco, por el camino del feudalismo financiero-mediático nos van llevando a una distopía de extinción, quiero decir que  nos vamos al “carallo”. En octubre, en manga corta en el Valle de Balboa y no nos damos por aludidos. 

Para que cuatro “paspanes” se coman todo, nos  encontramos con un futuro atroz del que no saldremos como especie, y todo porque la vorágine contagió a los más ignorantes y a los más miedosos, y porque todos seguimos pedaleando por avaricia o por miedo moviendo el carro de los ultrapoderosos. 

Pero todavía hay una pequeña esperanza: nunca el ser humano estuvo más cerca de una sociedad justa, hoy se puede hacer la revolución sin pegar un solo tiro. 

Con obligar a los que no salen ni en la lista Forbes, de lo ricos que son, a que nos devuelvan nuestros Bancos Centrales. A devolvernos nuestra soberanía económica. Con que  levantemos nuestros índices (o nuestros dedos corazón)  y digamos -¡no os vamos a pagar y además no tenéis nada! -  solo tenéis apuntes contables, bits de ordenador que se borrarán como lágrimas en la lluvia. 

Con eso… solo con eso, estaría resuelto. No habría que hacer nada más porque ciertamente no tienen nada. 

Por eso hay que desbrozar toda esa parafernalia mediática que nos embrutece, todos esos corifeos paniaguados que defienden el dolor y la ignominia, esos que son capaces de inventar conceptos como “abstención técnica” y quedarse tan panchos.

¿Pero alguien en su sano juicio puede explicar que significa “abstención técnica”?  O votas si o votas no. Ya lo de abstenerse es raro, raro, raro,  pero abstenerse técnicamente… ya manda huevos. 

Me recuerda a los que manipulaban antes, a los que vendían una plaza en el más allá. Tenían el cielo, tenían el infierno, y luego montaron el purgatorio que era como una especie de inferno del alquiler. Al tiempo tenían el limbo de los justos… ¡ay mamá!  les dejamos tres siglos más y nos montan cuatro o cinco estancias más.

Pues los de ahora lo mismo, que “sí”, que “no”, que “nulo”, que “abstención”, que “sí con condiciones”, y ahora “abstención técnica”…

Ya estoy otra vez con la política. ¡Dios mío!

Bueno, pues para luchar contra estos (que son los que de verdad sostienen el tinglado) quizás, tal vez, a lo mejor… sirva la poesía de Conrado.

Yo me cago en Botín todos los viernes,

y los lunes también, cuando amanecen

los números en rojo, la quincalla,

los muertos robacueros y chinchetas. 


Yo me cago en Botín por las mañanas,

por las noches también y al mediodía,

lluevan hostias, granicen pelotones,

capen a escuadra el rabo de mi boina. 


Yo me cago en Botín sin calendario,

en cuclillas, boca arriba, al tresbolillo,

en público, en privado, con soltura,

luego me voy silbando, y ahí queda eso. 


Yo me cago en Botín con beneficio,

yo me cago en Botín puerta por puerta,

yo me cago en Botín ciento por ciento,

yo me cago en Botín diente por ojo.


Quizás si el mundo llega a caminar hacia un equilibrio, hacia un respeto a nosotros ya nuestro entorno, hacia una justicia real (porque hay para todos y de sobra), quizás si el mundo se salve, alguien recordaría este libro.

Al final sería cierto que la poesía sirve para algo.

Ahora que lo pienso: a lo mejor se refieren a “abstención técnica de vehículos” que debe de ser algo así como un aparcamiento-limbo de los justos a dónde van los vehículos insumisos a la ITV. No sé… en fin... os dejo con el AUTOR.



Autor: Aurelio Alonso

Imagen: David Plunkert

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