domingo, 29 de septiembre de 2019

POEMA SIN POESÍA


Tengo una hija de 22 años que no consiguió terminar la ESO,

Y otra de 16 que está haciendo un curso del Fondo de Garantía Social.


Mi mujer enfermó, no paran de hacerle análisis,

Y la Seguridad Social no le asegura cuál es su enfermedad.


Mi suegro se acaba ante la tele, después de una vida de mentira,

Ignorado por la tele, por la vida y por nosotros.


Yo trabajo de vigilante en un hotel de 5 estrellas

12 horas al día.


¿Poesía confidencial?, ¿de la conciencia?, ¿de la resistencia?,

¿Del horror?, ¿del asco?, ¿del fracaso?...


No te rompas los cuernos

Buscando la poesía en este poema

Sin poesía.


Yo no me preocupo

Intento buscarle

Sentido a la vida.





Patricio Rascón. En Voces del Extremo: poesía y capitalismo. Fundación Juan Ramón Jiménez, 2008.

Imagen: Michael Ackerman

sábado, 28 de septiembre de 2019

¡POESÍA DE DIOS!


-Ven acá, galán, que te tiente; que, por unos papelorios que te dejaste aquí, me da que quieres también lanzarte a eso de la poesía.

-Ah. ¿Sí? Y ¿qué?

-Tú ¿sabes que eso de POESÍA quería decir HACER?, o sea hacer que sea lo que no era.

-Ya: lo de la creación.

-¡Puñetas con la creación! Así se equivoca la cosa: llamarla con nombre culto y que ya no le haga daño a nadie.

-Bueno, viejo, pues HACER. Y ¿luego?

-Echa una mirada por los ámbitos donde se publica y vende y premia eso: nunca tan gloriosa la poesía como en estos tiempos: ¡flor y sublimidad de la Literatura!, ¡lo más puro para las almas más sensibles!, que por fortuna para el mercado son bastante muchas, ¡congresos de Poesía y su interpretación plurilingüe por castillos de Europa y playas del mundo! Si fueras tan viejo como yo y recordaras que hace 50 años el poeta era todavía el maldito, el marginado, chalaíllo y tonto del pueblo, el malpagado y harapiento, el que la madre de Baudelaire se maldecía por haber parido…

-Eh, viejo, pára el carro. Ya sé que los tiempos van deprisa.

-Pero ¿te das cuenta de cómo ha cambiado el Dinero?: ¿lo pobre que era aún el Capital hace 50 años, comparando con su poder hoy día?

-Sí, abuelo: que el Capital se ha vuelto sublime, omnipotente.

-Casi.

-Bueno, y ¿qué?

-Que, al cambiar tanto el Capital y su comportamiento con la poesía, la poesía tendrá que haber venido a ser otra cosa.

-Ya; que ya no hace; vamos, que no le hace daño a nadie, y menos al Capital.

-No; la fina, la de los libros y los premios, no hace: dice que hace (porque se acuerda de lo que hacía), pero no.

-Ya sé: que consiste en lo que dice, no en cómo lo hace.

-Eso: mensaje, atrevimientos verbales o de imágenes, filosofemas más o menos tristes; y se creen que, con distribuírlo en líneas largas o cortas, ya han cumplido con el cómo: ya es poesía y se distingue de la otra Literatura: lo de cómo hiera el aire y los corazones, se lo dejan a cantantes que fabrican sus letras o autores de revistas musicales, que, por la fuerza del público y el tiempo, han de atender a eso, y allá ellos cómo les salga.

-No me des más tabarra, abuelo, que eso más o menos ya me lo sé, y lo que quería era hacer otra cosa.

-Ya. Pues, por las pocas muestras, te falta todavía mucho desengaño. Rezaré a las musas que te ayuden.

-¿Qué es ahora eso de las musas?

-Son algo que rebulle por debajo del Dinero.

-Ya: lengua común, pueblo-que-no-existe.

-Algo de lo que no se sabe. Que, si se hacen amigas del Dinero…

-¿Qué?

-Que las musas, pobres, están muertas.

-No será pa tanto.

-No: nunca es pa tanto: ahí a tí te siguen rebullendo.






¿Agustín García Calvo? De verde a viejo. De viejo a verde. Lucina, 2007.

Imagen: Henry Ossawa Tanner. The Banjo Lesson.

viernes, 27 de septiembre de 2019

Cada cosa


Cada cosa tiene su fulgor,

su música.

En la naranja madura canta el sol,

en la nieve el mirlo azul.

No sólo las cosas,

los propios animales

brillan con una luz acariciada;

cuando el invierno

se acerca a sus ojos,

la transparencia de las estrellas

se vuelve fuente de respiración.

Sólo eso hace

que duren todavía.

Así el corazón.




Cada Coisa

Cada coisa tem o seu fulgor,
a sua música.
Na laranja madura canta o sol,
na neve o melro azul.
Nâo só as coisas,
os próprios animais
brilham de uma luz acariciada;
quando o inverno
se aproxima dos seus olhos
a transparência das estrelas
torna-se fonte da sua respiraçâo.
Só isso faz
com que durem ainda.
Assim o coraçâo.




Eugénio de Andrade. O sal da Língua/La sal de la lengua, 1995. En Materia solar y otros poemas. Obra selecta (1980-2002). Edición bilingüe de Ángel Campos Pámpano. Galaxia Gutenberg, 2004.

Imagen: Horácio Graça

jueves, 26 de septiembre de 2019

El ángel del poniente


Él caminaba por la selva perturbada,

oía la fragancia de las plantas suprimidas,

palpaba el gorjeo de los pájaros extintos,

veía los follajes de las vegetaciones calcinadas,

porque en su memoria todo tiempo era presente

y había visiones que no se iban de sus ojos.


Sus pies se hundían en el fango caliente

como si fuera pisando sapos reventados,

sus manos tocaban las aguas estancadas

como si se sumergieran en sus miasmas.

El calor del mediodía se le pegaba

a la cara como una tela sucia.


Por doquiera se escuchaba la música fría del árbol muerto,

por doquiera asomaban los tocones endurecidos

de los árboles que se negaban a ser arrancados del suelo,

por doquiera corrían las aguas de los ríos desaparecidos

como fantasmas reprochando al hombre su muerte.

En todas partes él pisaba la sombra de los ausentes.


Los antepasados salían a su paso, le preguntaban:

“¿Qué has hecho de los animales?”, “¿Por qué mataste el mar?”

“El aire ha cambiado. ¿Adónde se han ido las aves?”

“Este año no ha habido primavera y no habrá invierno.

El Sol, como un ojo sin párpados,

está mirando furiosamente a la Tierra.”


Él, parado en el cerro del Poniente,

vestido de amarillo, las alas refulgentes,

no tenía palabras para contestar,

solamente les mostraba con las manos

los pedazos azules y los jirones verdes

del paisaje de su infancia desgarrado.





Homero Aridjis. Tiempo de ángeles, 1994. En El consumo de lo que somos. Muestra de poesía ecológica hispánica contemporánea. (Ed. Steven F. White). Amargord, 2014.

Imagen: Joédson Alves