martes, 25 de febrero de 2014

Los amigos



jiri wolker attila jószef yo

seríamos tres amigos perfectos

jiri hablaba de praga

de los ojos del fogonero ciego mirándonos aún

jószef cantaba a Flora y a la Revolución

y no había trenes para suicidas

ni camas de hospital para morir 


¿qué les parece? Jiri jószef yo

los tres nos íbamos por áhi a recorrer países y mujeres

y bebíamos vino y escribíamos versos resplandecientes

el mundo era ancho nuestro no teníamos nada

lo teníamos todo como una juventud 


esto acababa entonces como siempre quisimos

en una barricada

jiri jószef y yo silbando finalmente

entregaban sus huesos sus nuncas poderosos 


jiri cayó en un hospital

jószef se tiró bajo un tren

mi dios qué bellos éramos

silbando finalmente




Juan Gelman. Otromundo. Antología 1956 – 2007. FCE, 2008.

Imagen: Robert Capa. Vercors, 1944.

lunes, 24 de febrero de 2014

Tú y las lentejas



Las guisabas con mimo, las amabas,

porque tenían que ponernos fuerza

en la sangre. Su hierro lo querías

para así apuntalarnos y que entonces

pudiéramos erguir algo de vida.


Hasta laurel llevabas, todo aroma,

a la gran reunión, a la asamblea.

El fuego, buen amigo de tus manos,

obediente y pequeño, le embestía

a tu otra amiga, su enemiga, el agua.


Era tu guerra chica interminable

en el frente que urdías con el rito

diario, de enfrentar dos elementos

a combatir furiosos por nosotros.

Era aquella tu España diminuta.


Las lentejas cocían tu esperanza,

nuestro futuro tierno, nuestra historia.

Erguían estatura al aire, daban

voracidad de dientes, daban rabia

de paladar. Y alegría de estar vivos.


Lentejas con laurel y lo que hubiera.

Crecíamos. El humo y el aroma

venían de tus manos, hueso ahora,

madres del hueso articulado mío.




María Beneyto. Biografía breve del silencio. Alcoy, 1975

Imagen: Margaret Bourke-White.  Moscú, 1941.

domingo, 23 de febrero de 2014

Lo que me dijo un anarquista adolescente



 (Este proyecto no es original. Me fue comunicado

  por E. B., obispo en sus ratos de ocio, quien a su

  vez lo recibió de labios del anarquista adolescente

                   que menciono, de oficio retratista.)


No matéis a los curas, pueblos que despertáis y caéis en la cuenta

de la estafa más grande que edad alguna oliera.


Por el contrario estimulad su cría,

cebadlos uno a uno con esmero acucioso.

Así podréis ir luego montados en curas gordos al trabajo

- la gasolina siempre tiende a subir -,

dejarlos amarrados a las puertas del bar,

decir – oh desdeñoso ancestro que os resurge –

que el vuestro está más brioso que los otros mostrencos.


Los domingos llevaremos a los niños a las carreras de curas

- único juego de azar que será permitido -

en las cuales brillarán los descendientes pur sang de los obispos.


Habrá curas de tiro y carga, curas trotones, curas sementales,

y tendrán los establos olor a santidad.


Los curas inservibles serán embalsamados

y vendidos como adorno de salón:

la tonsura podrá servir de cenicero.




Roque Daltón. El turno del ofendido, 1962. En Antología. Visor, 2000.

Imagen: Henri Cartier-Bresson. Seminaristas de paseo. Burgos, 1963.

jueves, 20 de febrero de 2014

Trabajo



Esto hicieron otros

mejores que tú

durante siglos.

De ellos dependía

tu sensación de libertad

tu camisa limpia

y el ocio de tus lecturas y escrituras.

De ellos depende

todo

lo que te parecía natural

como ir al cine

o estar triste, levemente.

Lo natural, sin embargo, es el fango,

el sudor, el excremento.

A partir de ahí, comienza

la epopeya, que no es sólo

un asunto de héroes deslumbrantes,

sino también

de oscuros héroes, suelo de tus pisadas,

página donde se escriben las palabras.

Deja las palabras, prueba

un poco

lo que ellos hicieron, hacen,

seguirán haciendo

para que seas:

ellos,

los sumidos en la necesidad

y la gravitación,

los molidos por los soles implacables

para que tu pan siempre esté fresco,

los atados

al poste férreo de la monotonía

para que puedas barajar todos los temas,

los mutilados

por un mecánico gesto infinitamente repetido

para que puedas hacer

lo que te plazca con tu alma y con tu cuerpo.

Redúcete como ellos.

Paladea el horno,

come fatiga.

Entra un poco, siquiera sea clandestinamente,

en el terrible reino de los sustentadores

de la vida.




Cintio Vitier. Testimonios, 1968

Imagen: Margaret Bourke-White. Koljosianas rusas recogiendo la cosecha. Agosto, 1941.