domingo, 23 de febrero de 2014

Lo que me dijo un anarquista adolescente



 (Este proyecto no es original. Me fue comunicado

  por E. B., obispo en sus ratos de ocio, quien a su

  vez lo recibió de labios del anarquista adolescente

                   que menciono, de oficio retratista.)


No matéis a los curas, pueblos que despertáis y caéis en la cuenta

de la estafa más grande que edad alguna oliera.


Por el contrario estimulad su cría,

cebadlos uno a uno con esmero acucioso.

Así podréis ir luego montados en curas gordos al trabajo

- la gasolina siempre tiende a subir -,

dejarlos amarrados a las puertas del bar,

decir – oh desdeñoso ancestro que os resurge –

que el vuestro está más brioso que los otros mostrencos.


Los domingos llevaremos a los niños a las carreras de curas

- único juego de azar que será permitido -

en las cuales brillarán los descendientes pur sang de los obispos.


Habrá curas de tiro y carga, curas trotones, curas sementales,

y tendrán los establos olor a santidad.


Los curas inservibles serán embalsamados

y vendidos como adorno de salón:

la tonsura podrá servir de cenicero.




Roque Daltón. El turno del ofendido, 1962. En Antología. Visor, 2000.

Imagen: Henri Cartier-Bresson. Seminaristas de paseo. Burgos, 1963.

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