miércoles, 31 de diciembre de 2014

Me viene, hay días, una gana ubérrima, política…




Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,

de querer, de besar al cariño en sus dos rostros,

y me viene de lejos un querer

demostrativo, otro querer amar, de grado o de fuerza,

al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,

al que llora por el que lloraba,

al rey del vino, al esclavo del agua,

al que ocultóse en su ira,

al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.

Y quiero, por lo tanto, acomodarle

al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;

su luz, al grande; su grandeza, al chico.

Quiero planchar directamente

un pañuelo al que no puede llorar

y, cuando estoy triste o me duele la dicha,

remendar a los niños y a los genios.


Quiero ayudar al bueno a ser un poquillo de malo

y me urge estar sentado

a la diestra del zurdo, y responder al mudo,

tratando de serle útil en

lo que puedo y también quiero muchísimo

lavarle al cojo el pie,

y ayudarle a dormir al tuerto próximo.

¡Ah, querer, éste, el mío, éste el mundial,

interhumano y parroquial, provecto!

Me viene a pelo,

desde el cimiento, desde la ingle pública,

y, viniendo de lejos, da ganas de besarle

la bufanda al cantor,

y al que sufre, besarle en su sartén,

al sordo, en su rumor craneano, impávido;

al que me da lo que olvidé en mi seno,

en su Dante, en su Chaplin, en sus hombros.


Quiero, para terminar,

cuando estoy al borde célebre de la violencia,

o lleno de pecho el corazón, querría

ayudar a reír al que sonríe,

ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca,

cuidar a los enfermos enfadándolos,

comprarle al vendedor,

ayudarle a matar al matador –cosa terrible–

y quisiera yo ser bueno conmigo

en todo.




César Vallejo. Poemas humanos. En César Vallejo para niños. Ediciones de la Torre, 1988.

Imagen: Marc Chagall. El violinista, 1912-13.

sábado, 27 de diciembre de 2014

Un español habla de su tierra



Las playas, parameras

al rubio sol durmiendo,

los oteros, las vegas

en paz, a solas, lejos;


Los castillos, ermitas,

cortijos y conventos,

la vida con la historia,

tan dulces al recuerdo,


Ellos, los vencedores

Caínes sempiternos,

de todo me arrancaron.

Me dejan el destierro.


Una mano divina

tu tierra alzó en mi cuerpo

y allí la voz dispuso

que hablase tu silencio.


Contigo solo estaba,

en ti sola creyendo;

pensar tu nombre ahora

envenena mis sueños.


Amargos son los días

de la vida, viviendo

sólo una larga espera

a fuerza de recuerdos.


Un día, tú ya libre

de la mentira de ellos,

me buscarás. Entonces

¿qué ha de decir un muerto?




Luis Cernuda. Las nubes, 1940. En Antología poética. Alianza, 1987.

Imagen: Camino del exilio. Archivo histórico del PCE.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Balada estival de las cárceles madrileñas, 1968



En la trena lo tienen aún

  a Jaime, la prenda

      de la buena compañía;

  en chirona está Paco Gil,

        que así se sonreía;

  y Miguel en Carabanchel,

  y en las Ventas las tres Marías;

para Izquierdo, Aldecoa y Giral

   y Emilio y David

son número los días;

   y también a la sombra está

  Josefa García.


Los jüeces, como es natural,

  se van a la Toja,

      o si no, a Fuenterrabía;

   su permiso irá a disfrutar

el blanco policía:

   la Justicia descansa al sol;

   pero no muere todavía:

generales, ministros y Dios

     tostándose están

las panzas respectivas.

    Y también a la sombra está

   Josefa García.


La señora que va de bazar,

    jarrones, visillos,

      sábanas, mantelerías;

  la empleada el Sábado, al fin,

         el tren de cercanías:

  cada cual en su condición,

  todo el mundo a vivir su vida;

y en el apartamento dos mil,

  con hielo y con gin,

      el disco se vacía.

   Y también a la sombra está

  Josefa García.


No están ni por fu ni por fa,

    ni culpa ni causa,

     ni pasión ni ideología,

   sino porque guerra la paz,

porque la noche día:

   por la misma razón que aún

   cruje el arco y gime la lira:

aquel hombre que vive a jornal

   y aquélla que ya

más flores no le envían.

  Y por eso a la sombra está

 Josefa García.


Porque llaman amor a la ley

   y ley a la fuerza

      y verdad a la mentira;

   y por eso el sol sabe a hiel

          y el pan a cobardía,

   y los libros a muerto y

   a sin sal la sabiduría,

y los besos de hombre y mujer

   a cal, y el amor

a reja y celosía,

   desde que ella a la sombra está,

   Josefa García.


En el patio central del penal

   hay una morera

      que florece a mediodía

    de palabra al vuelo que va

por esas galerías:

    “Libertad no sabéis lo que es,

    pero sí penitenciaría.

El que quiera romper la prisión,

  que encuentre la luz

         negando cielo arriba

    que en el cielo Dios y a la sombra esté

    Josefa García”.


Agustín García Calvo. Canciones y soliloquios. Lucina, 1982.

Imagen: Adriana Lestido. Mujeres presas, 1991-1993.