sábado, 24 de junio de 2017

Una inscripción



Fue en Roma,

donde había en aquella época

grandes concentraciones de capital

y masas obreras con escasas posibilidades de subsistir.


Los poetas no acusaron el problema,

porque Roma debió de ser una alegre ciudad

en tiempos de Nerón,

Aenobarbo, parricida,

poeta de ínfima calidad.


Algunos hombres sencillos

envenenaron las fuentes

y se opusieron al régimen oficial.


Acaso fueron hombres como este

que yace en paz,

trabajador de humildes menesteres

o, tal vez, mercader. Un día

le fue comunicada

cierta posibilidad de sobrevivir.

(Se ignora si fue sacrificado

por semejante crimen.)

Sin embargo murió; es decir, supo

la verdad. Piadosamente

repito estas palabras

sobre la piedra escritas

con igual voluntad:

“Alegre permanece, Tacio,

amigo mío,

nadie es inmortal”.





José Ángel Valente. A modo de esperanza, 1954. En El grupo poético de los años 50. Una antología de Juan García Hortelano. Taurus, 1977.

Imagen: Atenas, 2008.

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