sábado, 5 de agosto de 2017

Hablando con mis gusanos



Anoche hablé con los gusanos

que se comerán mis ojos, mi lengua y mis orejas

un día de estos a lo mejor no tan lejano.

Por ahora mastican Amapolas y raíces de Guanábana,

matando el tiempo hasta la caída de mi cuerpo

acurrucado en su casa de Pino.

Ellos dicen que no me dolerá:

un leve cosquilleo en las uñas de mis pies

y alguno que otro escalofrío en las tripas

será el aviso de su minuciosa faena.

Me han prometido fundirme con la tierra,

deslizarme sobre los colores de las mariposas

y lloverme en rapadura dorada

sobre el techo del cuarto de mis libros.

Pasarán ardorosos sus bocas

hasta desprender la pulpa de mis manos,

huesos grises y blancos serán la fortuna

que dejaré entre las tablas.

En el cerebro derramado sobre el lienzo

de un poema perdurable

irán descifrando letra a letra

hasta llegar a los árboles, piedras y flores.

Me han dicho que regresaré

en la musical corteza de un ronco Espavel,

o en la encolochada siesta de los Chilamates.

El sueño con mis gusanos

es lo más prudente que he podido escribir

sobre la vida.





Esthela Calderón. Coyol quebrado, 2012. En El consumo de lo que somos. Muestra de poesía ecológica hispánica contemporánea. (Ed. Steven F. White). Amargord, 2014.

Imagen: Maruja Mallo. Canto de las espigas, 1929.

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