lunes, 14 de noviembre de 2016

Transición, traición



En política se está para forrarse

Eduardo Zaplana


Lo primero fue aceptar el olvido,

los ingredientes que se habían puesto

y cómo se había repartido el pastel.


Olvidar hasta el extremo que a muchos

la monarquía, el ejército, la policía y la iglesia

les pareció a estrenar.


Después vino la moderación, la tolerancia

y por fin la renuncia.


Los franquistas se disfrazaron de centro democrático

y la izquierda democrática se disfrazó de franquista.


Fue el triunfo del travestismo,

reforzado y legitimado

por los medios de comunicación

todos los días.


Se crearon dos partidos, el original y su copia,

con ellos había de sobra

para montar el circo de la democracia

y seguir echándole piropos a la patronal,

la policía y los bancos.


Si las cosas se ponían feas,

se coaligaban para que todo siguiera igual,

y si las cosas iban bien,

se peleaban por estupideces

que los medios amplificaban

hasta que parecía que era un abismo

lo que se abría entre uno y otro,

pero la burra siempre es la misma,

aunque cambie de color

no cambia el paso.


El panorama no puede ser más aterrador,

gane quien gane, tú pierdes,

van a seguir chutando sobre la misma portería

y la victoria será para su amo, el Capital.


Cada cuatro años nos siguen llevando a votar,

ellos lo llaman la fiesta de la democracia,

al menos para ellos es un día bien alegre,

no sé si porque con los que votan

se aseguran otros cuatro años de vacaciones pagadas

o por la rodaja de salami que, desde hace años,

muchos les metemos en el sobre electoral,

porque ya los habrás oído,

dicen que con sus sueldos no tienen

ni para bocadillos.


Todo sea por ayudar a que no pasen hambre.





Antonio Orihuela. La guerra tranquila. Origami, 2012.

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