domingo, 26 de febrero de 2017

La cabeza en el palo



Balboa, muerte y garra

llevaste a los rincones de la dulce

tierra central, y entre los perros

cazadores, el tuyo era tu alma:

leoncico de belfo sangriento

recogió al esclavo que huía,

hundió colmillos españoles

en las gargantas palpitantes,

y de las uñas de los perros

salía la carne al martirio

y la alhaja caía en la bolsa.


Malditos sean perro y hombre,

el aullido infame en la selva

original, el acechante

paso del hierro y del bandido.

Maldita sea la espinosa

corona de la zarza agreste

que no saltó como un erizo

a defender la cuna invadida.


Pero entre los capitanes

sanguinarios se alzó en la sombra

la justicia de los puñales,

la acerba rama de la envidia.


Y al regreso estaba en medio

de tu camino el apellido

de Pedrarias como una soga.


Te juzgaron entre ladridos

de perros matadores de indios.

Ahora que mueres, oyes

el silencio puro, partido

por tus lebreles azuzados?

Ahora que mueres en las manos

de los torvos adelantados,

sientes el aroma dorado

del dulce reino destruido?


Cuando cortaron la cabeza

de Balboa, quedó ensartada

en un palo. Sus ojos muertos

descompusieron su relámpago

y descendieron por la lanza

en un goterón de inmundicia

que desapareció en la tierra.





Pablo Neruda. Canto general, 1950. En Antología poética. Alianza, 2015.

Imagen: Ejecución de Núñez de Balboa. En Vasco Nuñez de Balboa. Frederick A. Ober.  Harper, 1906.

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