lunes, 28 de mayo de 2018

NUNCA MIRARÉ PARA OTRO LADO


A Noelia y su madre, Lola


Llego a casa después de escuchar a Lola contar la historia de Noelia

y me pregunto ¿qué puedo hacer?

y

me digo que la próxima vez que vea a un preso

esposado y rodeado de maderos

en el hospital

le miraré a los ojos de frente

y pensaré que es una persona

tan normal o anormal como yo mismo

y si puedo le ayudaré a huir

y cada vez que lea, escuche o sienta

que

otro preso se ha suicidado

en el talego

torceré el morro

desconfiaré hasta el infinito

y lanzaré un abrazo al aire

cada vez que sepa

que dicen que un preso

se ha pateado todo su cuerpo

y

que su sexo está tumefacto

que su espalda está abrasada a golpes

que todo su cuerpo es un cardenal

sabré que eso se lo han hecho

esos quienes quieren que les traten de don y doña

cuando lo más que merecen

es el escarnio público

por torturar

por atentar

por humillar

por taparse unos a otros

cada

vez que se sepa que un preso

ha muerto enfermo y recluido

pensaré que se trata

de un programa de exterminio

cada vez que me cruce con un enorme

autobús donde los picoletos

trasladan a los presos

sin pausa de aquí para allá

sin aviso ni más causa

que la de ser un preso desobediente

inadaptado

que

no se deja domesticar

intentaré pinchar todas sus ruedas

y

cuando escuche

las palabras

sobredosis

ajuste de cuentas

reyerta

no me creeré nada

y siempre pensaré en

los

culpables uniformados.

Y aparte de todo esto

una vez al día gritaré

que estos presos

están aislados

estos presos

no tienen piscinas

ni jacuzzis

ni televisión

ni internet

y

les esconden las cartas de apoyo

les pierden las pertenencias

y

les persiguen con sanciones que se acumulan hasta más allá

de

la

muerte

de

la vida

perra

de

carcelero.

Y lo que haré desde hoy

será apoyar a cuanto

preso represaliado

sepa

de

su

existencia.





Felipe Zapico. Muros marcados con tiza. Amargord, 2016.

Imagen: Prisionero fugado tres veces. Nerchinsk, 1891.

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