lunes, 21 de mayo de 2018

PENÚLTIMA CUMBRE


La mortandad no es negociable, salvo en casos de extremo desequilibrio gestionario. A más muertos remotos, más vivos adyacentes. En ningún caso deben computarse indigencias y estragos subalternos: el hambre, la ignorancia, la lenta enfermedad, el terror de estar solo, las torturas endémicas y algunas otras muertes interinas. La fundación de la barbarie devora así sus propios dividendos. En las sala de juntas del piso 32 hay un mapa del mundo donde un pulcro edecán ha ido marcando líneas isobélicas, órbitas combustibles, zonas utilitarias de exterminio. Acólitos conectan con acólitos que asimismo conectan con acólitos que se vigilan mutuamente y no atenderán nunca la llamada de ese maldito muerto que desea saber qué horrible cosa está pasando. Un rutinario síntoma de alarma cunde discretamente por gerencias, polígonos, factorías, cuarteles. Pero es sólo un instante. El Justicia Mayor acaba de dictar su veredicto: hay que acallar definitivamente al muerto.




José Manuel Caballero Bonald. Laberinto de fortuna, 1984. En Somos el tiempo que nos queda. Obra poética completa 1952-2009. Austral, 2011.

Imagen: Robert Frank. London, 1952.

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