sábado, 23 de mayo de 2020

ESBIRROS


El hombre que cada noche duerme en el portal, hoy lo he sabido, no es más que un contratado del ayuntamiento. Rodeado de cartones, de un escobón, de un carrito construido a base de despojos y apestando como una bodega, ese tipo no es más que un maldito contratado gracias a las oscuras ordenanzas municipales. ¿Merezco algo así? ¿Por qué nos trata como a imbéciles el ayuntamiento? ¿Creían que no me iba a acabar enterando? Todo, todo encaja. A mí no me la dan. Puedo parecer estúpido, pero a mí no me la dan. El ayuntamiento contrata a esos tipos para que sepamos qué es lo que nos ocurriría de no levantarnos cuando es todavía de noche, de no coger el metro cada mañana y de no volver ya oscurecido al lugar donde nos está esperando el hombre que apesta como una bodega, fiel esbirro, ya digo, del ayuntamiento. Entonces, sorteamos como podemos al tipejo, esperamos el ascensor, llegamos derrumbados a casa, besamos a la niña que está haciendo los deberes en su cuarto, ponemos el despertador a las seis y media y comenzamos a soñar con el adosado ese de la zona residencial, donde no dejan entrar a nadie, y mucho menos a los esbirros del ayuntamiento.



Manuel Moya. En Aquel agosto de nuestras vidas y 100 balas de plata clandestinas (Antología-homenaje al Planeta Clandestino. Introducción y selección: Ignacio Escuín Borao. ediciones del 4 de agosto, 2012.

Imagen: Lee Jeffries

2 comentarios:

  1. Pero mira cómo pican los peces en el 'river'... 🎵

    Salud!

    ResponderEliminar
  2. Y pican y pican y vuelven a picar
    por ver crecer el Capital.

    Aunque a veces pienso que la niña que hace los deberes en su cuarto, después del beso, le mira de reojo con cierto descreimiento.

    Salud!

    ResponderEliminar