domingo, 5 de julio de 2020

Poesía del inconsciente colectivo: “Lóbiter”, de Conrado Santamaría.


Hay quien asegura que, para apreciar totalmente a un poeta, hay que conocerlo a nivel personal, porque así sientes sus versos más cercanos a tu propia alma; el lenguaje del poeta te afecta con mayor facilidad. En cierto modo, estoy de acuerdo. Cuando salía para clase y era enlatado en el autobús o en el metro, sacaba alguno de los libros de Conrado de la mochila y le sentía muy cerca mientras repetía sus palabras: carrera atroz trampa adelante. Me quedaba pensando en por qué otro verso sonaba tan desgarrador, o paseaba con mi amigo, en su juventud, en una tarde de septiembre; su pueblo se había vaciado de almas. Como lector, uno seguía los pasos del poeta, se desgarraba y se inflamaba de vida con él. Por eso, cuando tuve la suerte de citarme con Conrado, y me aseguró que su último libro no era un poemario sino más bien un experimento, me resultó un tanto extraño.

Pero si leen Lóbiter (Archivo de crisis) – publicado por Amargord–, se dejarán llevar por el juego que propone Conrado Santamaría (Haro, 1962), en el que el poeta ha preferido borrar su yo a la manera fenomenológica, dejando que las expresiones que ha escuchado todo este tiempo en aulas, bares, huelgas, iglesias, plazas, calles, pueblos, ferias…, dejando que esas expresiones de alumnos, abuelas, jóvenes presas del desamor, borrachos, ancianas saliendo de misa, campesinos, o pequeños empresarios a punto de entrar en bancarrota; que todas esas conversaciones y dichos se registraran en sus cuadernos, para que, a través del trabajo pausado y atento, destilar el lenguaje de manera que ya no quedaran unos diálogos a la manera de la prosa que trata de reflejar la oralidad – y que por tanto se ha visto afectada por los formatos más breves de las conversaciones telefónicas y en las redes–; el lenguaje debe hablar por sí mismo. Es decir, Conrado logra que las personas que él ha ido conociendo a lo largo de estos años, sean habladas por el lenguaje destilado poéticamente. Por ejemplo, una joven puede estar hablando con una amiga de qué tipo de pájaro es...


¿Qué pájaro soy yo? ¿Qué jaula
soy yo? (pág. 48)


O también podríamos mencionar a una madre que atemorizaría a la hija más valiente:


Cada uno debe buscarse la vida
y tú quieres sopas y sorber.
Menudo castigo.
Es mejor dejarte aquí sola hasta que te mueras.
Chilla lo que quieras. ¡AUXILIO!
Yo me he curado.
Yo es que tengo la casa llena de peluches (pág. 22)


De esta manera, el poeta busca que las expresiones tan singulares que escuchó una vez y que anotó en sus cuadernos, entren en relaciones de atracción o repulsión respecto a otras palabras. Tener la casa llena de peluches-niñas y niños muñecos es espeluznante pero, como decíamos, no es la historia de Conrado (aunque podría ser la nuestra), no es el yo del poeta el que habla a lo largo de la mayor parte de la obra. Lóbiter es un archivo poético; no una obra personal, sino un texto que emerge del inconsciente político (y colectivo) de la crisis, gracias al gran trabajo que realiza Conrado Santamaría con el lenguaje.




Víctor Atobas. Ensayista y novelista. Su última novela: La trampa de Tánatos. Zoozobra, 2020.

Imagen: Lóbiter (Archivo de crisis). Amargord, 2019.

No hay comentarios:

Publicar un comentario