domingo, 11 de abril de 2021

PRÓLOGO


 

   Los poemas de este libro fueron escritos por una mujer que ha crecido y vivido en la tierra patriarcal de los Estados Unidos de Norteamérica. Una de las tareas de la joven poeta que escribió los primeros versos que aparecen en esta antología fue aprender varias verdades: que no era ni singular ni universal, sino una persona más en la historia; que era una mujer y no un hombre, de raza blanca, y, también, judía heredera de una particular conciencia occidental, de cuya formación buena parte de las mujeres han sido excluidas. Esta mujer, ahora en sus cincuenta, aún está escribiendo, aún está aprendiendo qué significa todo lo anterior y qué significa ser no solo mujer, sino además ciudadana de la más poderosa y peligrosa de las naciones. El aprendizaje de la artesanía poética ha sido mucho más fácil que el saber qué hacer con todo ello: con los poderes, las tentaciones, los privilegios, las posibles decepciones y con las armas de doble filo del lenguaje.

   Nunca he creído que el poeta sea alguien que posea una sensibilidad especial o una percepción espiritual extraordinaria, o que tenga derecho a vivir apartado del mundo, ni que esté por encima de la vida común y corriente de los demás. Al escribir poesía he conocido intensa felicidad y el peor de los temores: que las paredes no puedan derribarse y que estas palabras no logren llegar a otro ser. El impulso que me lleva a escribir poemas ha sido siempre, para mí, el deseo de ser oída, de encontrar eco en otra alma. Con más y más frecuencia esto ha significado oír y escuchar a los demás, guardando dentro de mí el lenguaje de experiencias distintas a las mías, bien sea en palabras escritas, bien en la prisa y decaimiento de interrumpidas pero persistentes conversaciones. He sido transformada, mi poesía ha ido transformándose, en este proceso sin fin.

   (…)

Adrienne Rich

Junio de 1984

                                                          

Adrienne Rich. En Antología poética (1951-1985). Selección y traducción de Myriam Diocaretz. Prólogo de Adrienne Rich. Visor, 2020.

Imagen: Natalia Goncharova. Хоровод, 1910.

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