XVI (LIII)
Si tuviera un firme conocimiento,
marcharía por el gran camino,
con el solo temor de desviarme.
El gran camino es llano,
pero la gente vulgar gusta de los senderos escarpados.
La corte está corrompida;
los campos, abandonados;
los graneros, vacíos.
Ropajes lujosos,
afiladas espadas al cinto,
manjares hasta saciarse
y riquezas sin cuento,
a todos ellos hay que llamarles jefes de bandidos.
Un jefe de bandidos,
está lejos del dao.
XVI
Enérgica diatriba contra la clase dominante de su tiempo, el capítulo presenta el contraste entre el lujo y despilfarro de los nobles y ricos, que llevan una vida de ocio, frente a la miseria del pueblo trabajador, condenado al hambre y privado de la tierra. La causa de tal situación es que ya no reina el dao entre los hombres. Y la culpa de que no reine el dao entre los hombres recae de lleno en los «sabios gobernantes» que con su intervención han quebrado y desorganizado el orden natural. El Zhuang zi desarrolla esta idea en el Qu qie (Descerrajando cofres):
Nacieron los sabios y aparecieron los grandes bandidos. Sólo cuando se derribe a los sabios y se deje en paz a los bandidos podrá reinar la paz en el mundo… Muertos los sabios, dejarán de aparecer los bandidos, el mundo se apaciguará y desaparecerán las causas del desorden. Mientras no mueran los sabios, no cesarán los bandidos… Aquéllos (los sabios) inventaron las virtudes de la bondad y rectitud para ordenar la conducta, y éstos (los bandidos) roban por bondad y rectitud. ¿Cómo sabemos que esto es asÍ? Al que roba una hebilla le condenan a la pena capital, mientras que al que roba todo un Estado llega a ser señor feudal; y además es en las moradas de estos últimos donde se habla de bondad y rectitud.
Lao zi. El libro del tao. Traducción, prólogo y notas: Juan Ignacio Preciado. Alfaguara, 1994.
Imagen: Lao zi