viernes, 8 de abril de 2016

La cabellera de la Shoá (Fragmento)



¿Oís la llamada?


                                   ¿Oís el alarido?

Vuestra oreja contemporánea

¿escucha el grito aquel del siglo veinte

que inunda todo el hueco del ascensor del siglo veintiuno?

¿Oís la tijera el cráneo la soga el pelo el grito?

¿Oís la manera seguiriya el cuerpo

de nuestro Primo revolcao en sangre?

Decimos dicen y se dice que nadie oyó ese grito…

¿Qué pasa, es que nos hace falta que no gritó?

¿Es que necesitamos que llevara un candado

amordazando su boca de gritar?

¿Esa ralea de grito nos da tiemblo de miedo?

¿Nos contemporizamos con menguas pusilánimes?

…Pero si no gritó, si al descender aullando

por el hueco del ascensor no gritó el pobrecito,

si se mordió la boca con los dientes brillantes de exigencia,

si se cosió los labios con los colmillos crematorios,

si con los incisivos birkenaos dentelló su silencio

hasta hacerlo sangrar clamar,

si empinó el corazón hasta la cima del estruendo

que habitó en silencio (como el feto sigila

mientras que crece a oscuras para nacer llorando),

si no gritó, si así dignó su grito …¿entonces

ese silencio fue su zemsta?

Su zemsta silenciosa, ¿no habría sido

su anhelo de invitarnos a escuchar,

su forma de legarnos el don de oír la llamada?

Saltó al vacío. Callado. Cortésmente

murió en silencio sobre nuestros tímpanos.

“Escuchen –dijo–: yo he escuchado

el fragor el estrépito el escándalo el silencio rapado.

…Ahora os toca a vosotros. Es vuestro turno:

¿oís la llamada? …A los aquí presentes,

a los irremediables habitantes

de esta segunda parte de la Historia

os pregunto con toda la educación de mi cadáver:

¿Ustedes saben escuchar?





Félix Grande. La cabellera de la Shoá. Bartleby, 2015.

Imagen: Refugiados sirios en la frontera de Grecia y Macedonia. AP

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