miércoles, 9 de agosto de 2023

[Pensaba en su hijo.]


 

            Pensaba en su hijo. ¿Iba a tener que ser también toda su vida un esclavo y una bestia de carga?

            Sería mejor que el chico se muriera ahora mismo.

            Mientras Owen pensaba en el futuro de su hijo brotó en él un sentimiento de odio y de ira contra la mayoría de sus compañeros.

            Ellos eran el enemigo. Aquellos que no sólo se sometían dócilmente como el ganado al estado de cosas existente, sino que lo defendían y se oponían y mofaban de toda insinuación de modificarlo.

            Ellos eran los auténticos opresores; los hombres que hablaban de sí mismos diciendo «quienes son como nosotros», que, después de haber vivido en la pobreza y en la degradación durante toda su vida, consideraban que lo que había estado suficientemente bien para ellos estaba igual de bien para los hijos de cuya existencia habían sido causantes ellos mismos.

            Los detestaba y los despreciaba porque contemplaban con toda tranquilidad que sus hijos estaban condenados de por vida al trabajo duro y a la pobreza y se negaban deliberadamente a realizar esfuerzo alguno para conseguirles unas condiciones mejores de las que ellos habían sufrido.

            Era porque a ellos les daba igual el destino de sus hijos por lo que él sería incapaz de conseguir una vida humana y natural para el suyo. Era su apatía o su oposición activa lo que volvía imposible implantar un sistema social mejor en el cual se honrara y recompensara a aquellos que realizaban su justa aportación al trabajo del mundo. En lugar de contribuir a conseguirlo, se humillaban y se postraban ante sus opresores, y obligaban y enseñaban a sus hijos a imitarlos. Ellos eran las personas realmente responsables del mantenimiento del sistema actual.

            Owen se reía con amargura para sus adentros. ¡Qué sistema más cómico!

            Se despreciaba y sometía a toda indignidad imaginable a quienes trabajaban. Se les arrebataba casi todo lo que producían para que lo disfrutaran las personas que no hacían nada. Y luego los trabajadores se postraban y hacían reverencias ante quienes les habían robado los frutos de su trabajo y les agradecían puerilmente que no les hubieran dejado casi nada.

            No era raro que los ricos los despreciaran y que los consideraran una basura. Eran despreciables. Eran basura. Lo reconocían y se enorgullecían.

 

 

Robert Tressell. The Ragged-Trousered Philanthropists, 1914. Los filántropos en harapos. Traducción: Ricardo García Pérez. Capitan Swing, 2014.

Imagen: Robert Tressell. c. 1908.

2 comentarios:

  1. Qué duro este texto y qué poco han cambiado algunas cosas a pesar de los años transcurridos! Qué poco hemos aprendido! Quizás este sistema que padecemos nos configura tan profundamente que nos volvemos incapaces de entender nada ni de ver nada. O quizás no queramos ver ni entender porque eso exigiría mucha valentía y nos obligaría a actuar?

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    1. Un texto duro, así es. Responsabilizar de su propia situación solo a las víctimas de la organización social quizás no es lo más justo. Sin embargo, azuzarlos un poco para ver si así son capaces de quitarse las anteojeras puede valer la pena. Esta es, creo, la intención del autor de esta magnífica novela tan olvidada como necesaria. Salud y valentía!

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