jueves, 17 de agosto de 2023

[–Se pueda cambiar o no,...]


 

–Se pueda cambiar o no, esté bien o esté mal, la posesión de tierras por los terratenientes es una de las causas de la pobreza –repetía Owen–. La pobreza no está causada porque los hombres y las mujeres se casen; no está causada por la maquinaria; no está causada por la «sobreproducción»; no está causada por la bebida, ni por la pereza; y no está causada por la «superpoblación». Está causada por el Monopolio Privado. Así es el sistema actual. Han monopolizado todo lo que se puede monopolizar; se han adueñado de la tierra, de los minerales de la tierra y de las corrientes de agua de la tierra. La única razón por la que no han monopolizado la luz del día y el aire es porque no se puede hacer. Si se pudieran construir gasómetros inmensos y reunir y comprimir en ellos la totalidad de la atmósfera, se habría hecho hace mucho tiempo y nos habríamos visto obligados a trabajar para ellos con el fin de conseguir dinero para comprar aire para respirar. Y si eso aparentemente imposible se hiciera mañana, veríais miles de personas muriendo por falta de aire, o de dinero para comprarlo, igual que ahora mueren miles por falta de otras necesidades básicas de la vida. Veríais a personas deambulando por ahí jadeando en busca de aliento y diciéndose unos a otros que quienes son como ellos no deberían esperar tener aire para respirar a menos que tuvieran dinero para pagarlo. Aquí, por ejemplo, la mayoría de vosotros pensaríais y diríais eso. Igual que pensáis ahora que está bien que unos cuantos posean la Tierra, los Minerales y el Agua, que son cosas igual de necesarias que el aire. Exactamente con el mismo espíritu con el que ahora decís «La Tierra es suya», «Es su agua», «Es su carbón», «Es su acero», diríais «Es su aire», «Los gasómetros son suyos, ¿qué derecho tenemos nosotros a esperar que nos dejen respirar gratis?». Y mientras lo estuviera haciendo, el monopolista del aire pronunciaría sermones ante la Hermandad de la Humanidad; ofrecería consejos en revistas dominicales sobre «la obligación cristiana» del domingo; formularía innumerables máximas más o menos morales para orientar a los jóvenes. Y, mientras tanto, en todas partes, la gente moriría por falta de un poco del aire que él habría embotellado en sus gasómetros. Y cuando arrastrarais una existencia miserable boqueando por encontrar aire o muriendo por falta de aire, si uno de los muchos de vosotros sugiriera hacer un agujero en una de las paredes de alguno de esos gasómetros, os abalanzaríais sobre él en nombre de la ley y el orden y, después de hacer todo lo posible por descuartizarlo extremidad por extremidad, le arrastraríais cubierto de sangre, triunfantes, hasta la comisaría más cercana y se lo entregaríais a la «justicia» con la esperanza de que os dieran unos cuantos soplos de aire para resolver vuestro problema.

 

Robert Tressell. The Ragged-Trousered Philanthropists, 1914. Los filántropos en harapos. Traducción: Ricardo García Pérez. Capitan Swing, 2014.

Imagen: Máscara de gas para animales.

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