viernes, 21 de julio de 2017

De todos los muertos que han venido a mí, uno que



Jamás he escrito contra los muertos. Me desabrocharía

la camisa y les diría que sí, que los cucuruchos

blancos dan aún leche azucarada,


pero cuando el reloj de oro de bolsillo del abuelo

llegó por avión sobre las Rocosas,

sobre el ámbar de los campos

y los ríos negros, con la mirada vacía de

mi abuela aplastada contra su nombre grabado,


pensé en él cuando ponía el plato

vacío delante de mi hermana, apagaba

las luces tras la cena, se sentaba en la habitación

oscura de la chimenea, la luz de las llamas

relampagueante en su ojo de cristal

en aquel cuarto en el que le enseñó a mi padre

a hacer lo que me hizo, y dije


No. Dije. Dejemos muerto a éste.

Dejemos que su caída a través del techo de cristal,

las esquirlas, girando, el armazón,

los trozos de cristal por el aire, sea aquí su

última comparecencia.





OF ALL THE DEAD THAT HAVE COME TO ME, THIS ONCE

I have never written against the dead. I would open my
shirt to them and say yes, the white
cones still making sugary milk,

but when Grandfather´s gold pocket-watch
came in by air over the Rockies,
over the dark yellow of the fields
and the black rivers, with Grandmother´s blank
face pressed against his name in the back,
I thought of how he put the empty
plate in front of my sister, turned out
the lights after supper, sat in the black
room with the fire, the light of the flames
flashing en his glass eye
in that cabin where he taught my father
how to do what he did to me, and I said

No. I said Let this one be dead.
Let the fall he made through that glass roof,
splintering, turning, the great shanks and
slices of glass in the air, be his last
appearance here.




Sharon Olds. Los muertos y los vivos. Bartleby, 2006. Traducción: J. J. Almagro Iglesias y Carlos Jiménez Arribas.

Imagen: Paula Rego. The Interrogator´s Garden, 2000.

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