miércoles, 22 de mayo de 2024

UN VACÍO QUE NO DEJA DE GANAR TERRENO


 

Como un lento y suave pensamiento crepuscular:

la muerte me espanta menos que la ausencia de verdadera vida.

Cada gesto muerto,

cada verso especializado, mecanizado,

privándonos de un poco de vida cien veces,

mil veces por día,

hasta el agotamiento definitivo del espíritu y del cuerpo.

Heredamos simples ecos de decadencia,

reflejos de un lejano agotamiento.

Nos parecía legítimo el bello poema,

aquella superstición de los límites formales,

y el freno a todas nuestras arbitrarias curiosidades.

Teníamos que escribir con la razón adulterada.

Hormigueaban las recetas de los expertos en literatura,

novísimos, nobles charlatanes de la nada,

con su terapéutica despreocupada de los matices

y los significados. Simples nimbos de crepúsculos históricos.

Fatiga transfigurada en la visión del mundo.

Melodía de estertores sin resolver el problema

de su propia muerte.

A nosotros,

                        ni Lorca, ni Cernuda,

ni León Felipe nos pueden ya prestar ayuda.

Vivimos fotos de catástrofes,

estribillos de hospitales,

sonetos de asilos y prisiones.

Nuestra rima:

                        este sufrimiento difuso

esparcido en mí y en ti.

Un vacío que no deja de ganar terreno.

 

 

Miguel López Crespi. El seco pulso del tambor. Provincia, 1984.

Imagen: Charlotte Colbert

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