martes, 24 de noviembre de 2020

LA CONCORDIA


Se reunió en concilio el hombre con sus dientes,

examinó su palidez, extrajo

un hueso de su pecho: –Nunca, dijo,

jamás la violencia.

 

Llegó un niño de pronto, alzó la mano,

pidió  pan, rompió el hilo del discurso.

Reventó el orador, huyeron todos.

–Jamás, la violencia, se dijeron.

 

Llovió el invierno a mares lodos, hambre.

Navegó la miseria a plena vela.

Se organizó el socorro en procesiones

de exhibición solemne. Hubo más muertos.

Pero nunca, jamás, la violencia.

 

Se fueron uno, doscientos, muchos:

no daba el aire propio para tantos.

El año mejor fue que otros peores.

No están los que se han ido y nadie ha hecho

violento recurso a la justicia.

 

El concejal, el síndico, el sereno,

el solitario, el sordo, el guardia urbano,

el profesor de humanidades: todos

se reunieron bajo su cadáver

sonriente y pacífico y lloraron

por sus hijos más bien, que no por ellos.

 

Exhaló el aire putrefacto pétalos

de santidad y orden.

Quedó a salvo la Historia, los principios,

el gas del alumbrado, la fe pública.

–Jamás, la violencia, cantó el coro,

unánime, feliz, perseverante.

 

 

José Ángel Valente. La memoria y los signos, 1966. En El grupo poético de los años 50. Antología de Juan García Hortelano. Taurus, 1977.

Imagen: Holger Droste

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario