lunes, 4 de julio de 2022

LA PESADILLA QUE SE MUERDE LA COLA (PETENERA DEL DÉSPOTA)


 

Lo que no se dice de la tortura es que funciona

Naomi Klein

 

No hay noticia sin shock,

ni terapia de la conducta

sin reforzar y fijar

la memoria de nuestro dolor.

 

La ingeniería del espectáculo. Doctrina Pavlov.

 

No olvidarás el mecanismo del espanto.

Verás migrantes, titiriteros, desahucios,

poetas, raperos, y yo mismo y cada uno

en el mismo circo, payaso pobre con su

propio y personal número

de caídas y golpes

sin gracia. De servidumbre

voluntaria

a tu forma individual e intransferible

de cagarte de miedo, de esconder la grieta,

de alicatar nuestra habitación hasta el techo

con azulejos de pánico quieto.

De temblor estanco.

 

Tecnología emocional.

En el dispositivo televisivo premio-castigo,

ciudadanos que a posta o accidentalmente

entregan su vida (entera) al escarnio popular,

al amedrentamiento del respetable

que observa, con gesto de hueso y cal,

cómo apalean sus biografías

a ritmo de anuncio de compresas

a ritmo de audiencia

nacional, o la otra. Sí, la otra. Esa.

 

Ya no necesita de (más) violencia,

la impotencia es la violencia. Es ella. Sola.

“Cuando no

hay movimiento fuera, la historia

ocurre dentro” dice Chantal Maillard.

Y dentro, sí, pero de la jaula. Después de carnaval,

viene la ceniza. Y es importante que lo sepas,

que no olvides la lección, la tortura, el fundamento

de la ficción real de la tiranía:

después de soñar, nadie despierta. Después del sueño,

sólo pesadillas.

 

Porque señores en uniforme, armados,

custodian y exhiben

el corazón del mecanismo, del espectáculo.

El martilleo de las porras en los cuerpos

tiene un ritmo, una música. La banda sonora

de la película del siglo, prime time, momento

de gloria. Es el papel de tu vida.

 

Hay un guión para todo, siempre.

Que fueran vascos

los que enterraron a ETA, y vistan toga

quienes la mantienen viva y eterna.

Que vuestras marionetas de guante, lo eran,

pero no de guante blanco. Que al final de vuestros hilos

colgaban trapos,

y no seres humanos. Podría haber sido cualquiera. Por eso

alguien dijo miedo. Alguien dijo: yo no gobierno mi miedo. Ahí…

… ahí mandan sólo ellos.

 

En la habitación, en el interior. Donde la historia. Donde el pánico tamiza las paredes, sella las grietas. Donde impide que entre la voz de la vecina, el aliento de la gente que juega, crea y lucha. Donde mandan ellos. Donde yo puse el candado. Donde el terror cotidiano cubre el rostro, como un velo que huele a muerto, sabe a muerto, y suena a canciones de.

 

Pero. (Sí, hay un pero).

Hasta el interior de mi cráneo, donde todo está atado y bien atado.

Hasta en la prisión cementerio, panteón portátil de mis muertos.

Hasta en mi conciencia hueca,

existe un leve y viejo eco. Que permanece. Que resiste

sin nombre

para que no pueda traicionarle.

Sin lugar, para que no pueda dejarle al primer apretón del camino.

Existe una distancia al horror,

un paréntesis del escalofrío del precio de los hombres. Un

hueco.

Existe algo de mí que no pudieron tomar.

Pequeño, como una chispa en la oscuridad.

Irrelevante, como quien se para en seco

en mitad del caudal de la masa.

Existe un susurro de nana siniestra, petenera que

invoca a la muerte. Sí. A la perdición.

Un mantra que murmuras como un secreto,

que ni tú mismo te dejas escuchar. Sólo a veces…

 

… En mitad de la lluvia, de la gran tormenta.

Algo guardaste a salvo, algo

aún queda

cálido y seco. Un pequeño gesto que

en mitad de la noche, despierta. Una

necesidad animal de plantar cara

a las fieras.

Maté el grito de espanto cuando hicisteis preso a mi hermano

Callé entonces. Pero ahora respiro.

Ganasteis ayer. Conozco vuestro frío.

Pero, creedme,

no lo tenéis todo.

Vuestra no es

la palabra “siempre”. Y si por la boca muere el pez

la pesadilla muere

ahora

se deshace

sólo por ese pequeño

movimiento, esa manía rara,

esas palabras que sacan despeinado

de mis malos sueños, esa forma

de decir: eh, tú. TÚ.

Eh, tú, amigo.

 

 

Alejandro Ruiz Morillas. En Contra. Poesía ante la represión. Coordinadora Anti Represión de Murcia, 2016.

Imagen: Krzysztof Grzondziel

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