lunes, 18 de julio de 2022

UN PUEBLO


 

Mi madre era maestra.

Vivíamos los dos solos, en un local

que no tenía ni retrete

-las estrellas jugando con un niño

que está en un orinal, fuera, en el patio.

 

Con el espanto y con la humillación

se encerraba en la escuela al mediodía

para huir del acoso del infame

alcalde falangista de Rubí.

Fui un arbusto de invierno

crecido en el recodo de sus penas,

las grandes penas grises de mi madre.

 

 

Joan Margarit. Se pierde la señal, 2012. En Todos los poemas (1975-2017). Prólogo José-Carlos Mainer. Planeta, 2020.

Imagen: Antoni Campañà

5 comentarios:

  1. Raro es el día que no me viene a la memoria este poema de Rafael Alberti. Hoy a propósito del de Joan Margarit.

    Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste,
    lo desgraciado y muerto que tiene una garganta
    cuando desde el abismo de su idioma quisiera
    gritar lo que no puede por imposible, y calla.
    Balas. Balas.

    Salud!

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    1. Pero el sufrimiento cuando calla está gritando y, aunque hay quienes quieren taparse los oídos, su estruendo llega muy lejos en el tiempo y en el espacio. Salud, Chiloé!

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    2. Salud, Loam. Hoy ha sido un día un poco durillo y tengo la cabeza descentrada.

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  2. Bellísimos los dos.
    ¿Por qué será tan bella la amargura?

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    1. Quizás porque el dolor nos hace más conscientes y nos acerca a la posibilidad de su negación. Per aspera ad astra. Salud!

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