lunes, 18 de noviembre de 2024

DESAPARECIDOS


 

Regresan cada día

como en una marea de escombros maniatados,

a esta tierra de nadie

sumergida en las grutas del espanto,

en garajes sin alma

                        donde depositaron

los hondos parietales,

los cráneos encendidos,

la clavícula trémula de una niña sin nombre.

Tras los muros de esta ciudad insomne

se ocultan unos cuerpos              unos nombres

que no sobrevivieron

a alguna despedida.

Bajo la piedra

                        se esconde un cauce oculto

un manantial de cal itinerante,

un corazón talado

                        que sangra todavía.

Al cruzar aquel último despeñadero del olvido

creíste regresar, por un instante,

            al patio de la infancia,

al corredor sin odio

al solar donde habita la alegría.

Aquella venda muerta

desfiguró tu rostro.

Vísceras desprendidas.

Tu corazón entonces

se llenó de alimañas.

Y, sin embargo,

oías

con toda claridad

                                   el murmurar del sol

prendiendo en la hojarasca de tus días.

Mientras,

aquel dolor también amanecía

como un perro sin nombre.

Hoy sangre apaleada

mañana serán hombres

            precipitados a vacío.

Hoy noche apedreada       demolida,

mañana serán sombras

que derraman su luz por los caminos.

El borde de la pala arañando la piedra

su áspero quejido,

como si machacaran

un racimo de cerezas con la bota.

Aquella venda muerta

y un pequeño latido

en el fondo del agua.

 

 

Rosana Acquaroni. Discordia de los dóciles, 2011. En Contra. Poesía ante la represión. Coordinadora Anti Represión de Murcia, 2016.

Imagen: Débora Arango. El cementerio de la chusma, 1951.

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