Por estancias inmaculadas,
por cableados subterráneos,
por bulevares trasparentes
de neón y cobalto,
yo tenía una sombra,
un corazón,
no me toques.
Mientras bailábamos
a las puertas de los cines de estreno
entre los soldados imperiales,
una lluvia finísima
de datos y algoritmos
empapaba nuestros sentidos y diluía
poco a poco
nuestras opciones.
¡Cómo nos dejábamos seducir!
¿Cómo no vimos que los procesos
y los implantes nos ahormaban la memoria
y los ojos
con falsillas de purpurina?
No me toques.
Cada vez con menos palabras,
nos veíamos entre interferencias y latidos
de máquina
contra la luz parpadeante
de las pantallas, y nos sonreíamos
a través de las ondas, a través
del espacio y del tiempo,
con una sonrisa que había dejado de ser
ambivalente.
¿Qué sentías?
¿Quién calculaba todas
mis emociones? ¿Qué turbia
geometría organizaba nuestros deseos?
No me toques.
Al atardecer oíamos cómo
estallaban sin tregua las alarmas,
los altavoces,
los golpes de los cuerpos
cayendo por el aire,
las descargas eléctricas
en las alambradas bajo la lluvia.
Y seguimos bailando
entre los soldados imperiales,
como medusas volátiles
en peceras iluminadas,
empapados de vibraciones,
cadenciosos,
imperturbables,
sin contrasentidos,
bailando y bailando en un bucle
absoluto
en el que nuestras siluetas sin sombra
– yo tenía una sombra,
un corazón,
no me toques –
se hundían en un mar de mercurio
expansivo
que empavonaba y sintetizaba
definitivamente
todos nuestros delirios.
Conrado Santamaría Bastida. Totalitaria. Ediciones del 4 de agosto, 2021.
Imagen: Alex Garland. Ex_Machina, 2015.
Hay poemas que invitan a la relectura y otros, sintiéndolos fallidos, se abandonan sin ganas. Este mismo, Conrado Santamaría, es una pasada.
ResponderEliminarGracias, Chiloé. Salud y delirios!
EliminarVes las imágenes, con total claridad.
ResponderEliminarNo tan claras como sería necesario. Salud!
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