Un muchacho acudía a jugar a los prados
donde ahora las calles se alargan. Encontraba en los prados
a otros chicos descalzos, y saltaba de gozo.
Era hermoso ir descalzos por la hierba con ellos.
Una tarde, de luces lejanas, resonaron disparos
en la ciudad, y arriba, el viento pavoroso
juntó un clamor truncado. Y se callaron todos.
Las colinas desgranaban puntos de luz,
sobre los márgenes, avivados por el viento. La noche,
que avanzaba, terminó oscureciéndolo todo,
y en el sueño quedó sólo un frescor de viento.
(Al día siguiente, los chicos acuden de nuevo,
y ya nadie recuerda el griterío. En la cárcel
hay obreros callados, y alguno está ya muerto.
En la calle han borrado los regueros de sangre.
La ciudad, a lo lejos, se despereza al sol,
la gente sale afuera. Se miran a la cara.)
Los muchachos pensaban en la sombra de los prados,
y miraban la cara a las mujeres. Pero incluso ellas
no decían nada, y dejaban hacer.
Los muchachos pensaban en la sombra de los prados,
donde alguna muchacha acudía. Era hermoso hacer llorar
a las niñas en lo oscuro. Éramos los muchachos.
La ciudad nos gustaba de día: por la noche, callar,
mirar las luces, lejos, y escuchar los clamores.
Van todavía muchachos a jugar a los prados
donde llegan las calles. Y la noche es la misma.
Al pasear se siente el olor de la hierba.
En la cárcel están los de siempre. Y están las mujeres,
como entonces, que engendran niños y no dicen nada.
1934
UNA GENERAZIONE
Un ragazzo veniva a giocare nei prati
dove adesso s’allungano i corsi. Trovava nei prati
ragazzotti anche scalzi e saltava di gioia.
Era bello scalzarsi nell’erba con loro.
Una sera di luci lontane echeggiavano spari,
in città, e sopra il vento giungeva pauroso
un clamore interrotto. Tacevano tutti.
Le colline sgranavano punti di luce
sulle coste, avvivati dal vento. La notte
che oscurava finiva per spegnere tutto
en el sonno duravano solo freschezze di vento.
(Domattina i ragazzi ritornano in giro
e nessuno ricorda il clamore. In prigione
c’è operai silenziosi e qualcuno è già morto.
Nelle strade han coperto le macchie di sangue.
La città di lontano si sveglia nel sole
e la gente esce fuori. Si guardano in faccia.)
I ragazzi pensavano al buio dei prati
e guardavano in faccia le donne. Perfino le donne
non dicevano nulla e lasciavano fare.
I ragazzi pensavano al buio dei prati
dove qualche bambina veniva. Era bello far piangere
le bambine nel buio. Eravamo i ragazzi.
La città ci piaceva di giorno; la sera, tacere
e guardare le luci in distanza e escoltare i clamori.
Vanno ancora ragazzi a giocare nei prati
dove giungono i corsi. E la notte è la stessa.
A passarci si sente l’odore dell’erba.
In prigione ci sono gli stessi. E ci sono le donne
come allora, che fanno bambini e non dicono nulla.
Cesare Pavese. En Antología poética. Versión de José A. Goytisolo. Plaza y Janés, 1985.
Imagen: Roberto Rossellini. Roma, città aperta, 1945.
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