Escuchad:
La primera generación luchó contra animales, abrió caminos en el Paso, comerció con pieles y cuchillos
La segunda generación cantó a los primeros ancestros del alba, inventó para ellos nuevas cadencias, susurró amenazas terribles en los oídos de nuestros sacerdotes
La tercera generación instauró la guerra aún más cierta de Los Límites, perfiló las ciudades con sus cuestas doradas, azotó con fuerza los mendigos
La cuarta generación desarrolló la matemática, ofreció nuestro poder a la Contabilidad y, tras culminar todos los relatos que legaron los Nombres Conocidos, aprendió a derribar drones
La quinta generación acudió tarde a sus amantes y les regaló hilos y catástrofes, procuró agua en casi todos los campos, amplió la circunnavegación y los ferrocarriles
La sexta generación mendigó el pan ácimo de los menesterosos, elevó rascacielos iridiscentes y creyó después no encontrarse sola
La séptima generación reprimió a los obreros, encendió las hogueras de las luchas negras, destiló perfumes falsos
Y así cantábamos: escondidos como niños en el zaguán del miedo.
Con palabras cuarteadas.
Contra la ira del padre.
Nos narrábamos historias truculentas
apenas perceptibles bajo el ruido de lluvia
y al amanecer, toda vez que apuntalada nuestra propia oración,
salíamos a bloquear las rutas de los carros blindados:
es cierto que niños tan solo esparciendo falsas señales
explosiones pequeñas
con que confundir a los drones de la madrugada,
cortes de cable sugeridos
por las canciones que habíamos cuarteado la noche anterior.
Junto a la escombrera de la historia (la carcasa del mundo)
las Hermanas Mayores nos decían:
«Cantad negras canciones, niños,
vuestras canciones negras, listas para el sabotaje».
Y nosotros cantábamos cada noche
cantábamos
como pájaros escondidos en el zaguán de miedos.
Contra la ira del padre.
Y contra los carros blindados.
Enrique Falcón. Sílithus. La Oveja Roja, 2020.
Imagen: Fermín Alegre. La joven de la peca, 2020.
No voy a decir que me parece un poema precioso, porque lo que se despliega aquí es de otra índole. Sin embargo, en las últimas estrofas hay un punto muy bello. Y para mí, ese es el que deviene poesía.
ResponderEliminarPoesía cuarteada como la piel de unas manos cumplidas de prodigar. Salud, Chiloé!
EliminarTUVE QUE PINTAR LA JOVEN DE LA PECA CUANDO LEÍ SÍLITHUS ME VOLÓ LA CABEZA.
ResponderEliminarPues en el cuadro está captada, encarnada la esencia del poema. Salud!
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