lunes, 19 de agosto de 2024

Muhammad


 

Muhammad,

acurrucado en brazos de su padre, es un pájaro temeroso

del infierno del cielo: papá, protégeme,

que salgo volando, y mis alas son

demasiado pequeñas para el viento… y está oscuro.

 

Muhammad,

quiere volver a casa, no tiene

bicicleta, tampoco una camisa nueva.

Quiere irse a hacer los deberes

del cuaderno de conjugación y gramática: llévame

a casa, papá, que quiero preparar la lección

y cumplir años uno a uno…

en la playa, bajo la palmera…

Que no se aleje todo, que no se aleje…

 

Muhammad,

se enfrenta a un ejército, sin piedras ni

metralla, no escribe en el muro: «Mi libertad

no morirá» –aún no tiene libertad

que defender, ni un horizonte para la paloma

de Picasso. Nace eternamente el niño

con su nombre maldito.

¿Cuántas veces renacerá, criatura

sin país… sin tiempo para ser niño?

¿Dónde soñará si se queda dormido…

si la tierra es llaga… y templo?

 

Muhammad,

ve su muerte viniendo ineluctable, pero

se acuerda de una pantera que vio en la tele,

una gran pantera con una cría de gacela acorralada; mas

al oler de cerca la leche

no se abalanza,

como si la leche domara a la fiera de la estepa.

«Entonces –dice el chico– me voy a salvar».

Y se echa a llorar: «Mi vida es un escondite

en la alacena de mi madre, me voy a salvar… yo daré fe».

 

Muhammad,

ángel pobre a escasa distancia del fusil

de un cazador de sangre fría. Uno

a uno la cámara acecha los movimientos del niño,

que se funde con su imagen:

su rostro, como la mañana, está claro,

claro su corazón como una manzana,

claros sus diez dedos como cirios,

claro el rocío en sus pantalones.

Su cazador debería haberlo pensado

dos veces: le voy a dejar hasta que sepa deletrear

esa Palestina suya sin equivocarse…

me lo guardo en prenda

y ya le mataré mañana, ¡cuando se subleve!

 

Muhammad,

un jesusito duerme y sueña

en el corazón de un icono

fabricado de cobre,

de madera de olivo,

y del espíritu de un pueblo renovado.

 

Muhammad,

hay más sangre de la que precisan los noticieros

y a ellos les gusta: súbete ya

al séptimo cielo,

Muhammad.

 

 

Mahmud Darwich. En Poesía social y revolucionaria del Siglo XX. Selección y notas: Jorge Brega. Traducción: Luis Gómez García. Editorial Ágora, 2012.

Imagen: Talal Abu Rahma. Asesinato del niño Muhammad ad-Durrah, acribillado en brazos de su padre Jamal al-Durrah por soldados del ejército israelí el 30 de septiembre de 2000, en Gaza.

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