E intentaron acallar el grito, quitarle su poder, castrar el grito.
No obstante, el grito siguió saliendo por todas las cañerías, por las rendijas y los tubos de escape, por las chimeneas y los hornos que maduran las metáforas tibias de los amaneceres.
De noche se le sentía ir de un sitio a otro bajo muebles y sábanas.
Un grito negro, fácil de confundir con los coleópteros escurridizos de la noche.
Rafael Pérez Estrada. El grito & Diario de un tiempo difícil. Luces de gálibo, 2021.
Imagen: Cayetano Ferrández. Asmodea.
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