EN MEDIO DE LA ACERA
casi al mediodía
estaba Biberkopf. Se interpuso
y me habló por primera vez.
Una camisa clara, de cuadritos,
muy ceñida a la curva
del cuerpo; las orejas
destacaban en la cabeza limpia,
la voz a borbotones cortos.
«Estuvo bien lo que dijiste al facha»,
se refería al incidente en el bar
unas horas antes, «siempre
es lo mismo; que arme esas broncas
en su negocio». Seguí
andando hacia la pescadería,
aunque confuso:
reconfortado por el apoyo,
con mi personaje disuelto
en la proximidad.
Miguel Casado. La mujer automática. Cátedra, 1996.
Imagen: Rainer Werner Fassbinder. Berlin Alexanderplatz, 1980.
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