No podía ser niño en el pupitre
inhóspito, llamaba a alguien,
me miraba las manos, iba
parpadeantemente emborronando
las letras y los números, hendía
el sustantivo mapa carcelario.
Mañana, me decían. Pero
la deserción del tiempo, aquel estrado
limítrofe del mundo, aquella
disciplinaria división del odio,
me trababan la infancia para nunca.
Cuerpo sin ojos, ¿dónde
estaré mañana, con qué nudos
de sábados en sombra amarrarán
mi sueño, entre qué cuatro
indómitas paredes
irá mi libertad entumeciéndose?
Los cautelosos plátanos, la inmóvil
vendedora de estampas, el guardián
de los jueves, la flora combativa
como emblema, ¿siguen siendo mañana?
Oh injusto ayer entre inocentes
veredictos, fervor
de lo temprano junto al miedo
tardío de vivir, chorro de sed
de las aceñas clandestinas, calle
del Láudano que abría
sus ululantes puertas de prostíbulos
contra el mundo primero.
¿Qué
me querías tú, luna
lluviosa, airada piedra
de la tarde, descoyuntado círculo
del tiempo? ¿Qué me querías,
dime, mísera prefectura
de los libros desérticos, tapial
de coros y de láminas,
vespertinas maderas
de vigilancia y oración?
No podía ser niño en los escaños
hostiles, entre el terco
desdén de las empalizadas, junto
al silbo imperioso, bajo el látigo
del estupor y de las letanías.
Mañana, me gritaban. Pero
¿dónde estaré mañana, que será
de mi tiempo, de qué van a servirme
tantos días sin mí? ¿Es necesario
el mundo, soy necesario yo,
me hago falta a mí mismo?
Crédula infancia sola entre respuestas
sin preguntas, déjame ser
equivocadamente el responsable
de mi quieta impaciencia de vivir.
José Manuel Caballero Bonald. Las horas muertas, 1959. En Somos el tiempo que nos queda. Obra poética completa 1952-2009. Austral, 2011.
Imagen: W. Eugene Smith, 1950.
Me gusta mucho cómo escribe. Pero aquí tienes,
ResponderEliminarsin toque literario, una versión profana de lo mismo :
Hay quienes no tienen tiempo ni tranquilidad para hecerse mayores.
Lo malo o lo bueno de los recuerdos de la infancia es que las imágenes son en diferido.
Las imágenes son en diferido, pero el robo del presente de la infancia fue real y muy doloroso. Injusticia de haber sido privado de su niñez, de su vida espontánea (escuela, cárcel, látigo, oraciones) en nombre de un futuro incierto que nunca le iba quitar esa amargura y ese miedo inculcado a vivir. Salud!
EliminarEl pasado nunca pasa
ResponderEliminar(hay un libro que se titula así)
cristaliza
No se entiende ningún presente
ResponderEliminarsin que contenga al pasado
Quienes olvidan el pasado se condenan a vivir siempre en él. Salud!
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