sábado, 14 de septiembre de 2024

CRUZANDO LA NOCHE


 

Tanto que no sé quién me ayude en este caso.

Jordi de Sant Jordi

 

El vagón de tercera que cruzaba la noche,

la sucia noche de esparto, la gran noche de La Mancha,

los sacos entre las piernas, las maletas de madera,

toda la noche encendida la miserable luz,

allí, en el miserable pasillo del vagón,

aquella luz que tenía el color del orín.

Los hombres que ofrecían navajas de Albacete.

Aquellas voces de pelos que pedían agua.

El agua caía, caliente, de la locomotora.

Los bultos entre las sombras de las estaciones.

Las tierras de la noche, la gran tierra desierta.

Cruzaba un tren de madera, con una luz de meada.

En Chinchilla subían, de dos en dos, los presos,

atados por las muñecas con un trozo de cordel

y con barba de mil días en el rostro amarillento.

Cruzan toda la noche los miserables trenes,

los vagones de tercera, por una noche de esparto.

Orinabas, de pie, desde la plataforma.

En el lavabo se oían los gemidos del amor.

El salvoconducto costaba –me parece– seis reales.

 

 

CREUANT LA NIT

 

Tant que no sai qui m’ajut en est cas.

Jordi de Sant Jordi

 

El vagó de tercera que creuava la nit,

la bruta nit d’espart, la gran nit de la Manxa,

els sacs entre les cames, les maletes de fusta,

tota la nit encés el miserable llum,

allí, en el miserable passadís del vagó,

aquell llum que tenia el color del pixum.

Els hòmens que oferien navaixes d’Albacete.

Aquelles veus de pèls que demanaven aigua.

L’aigua queia calenta de les locomotores.

Els bults entre les ombres de les estacions.

Les terres de la nit, la gran terra deserta.

Creuava un tren de fusta amb un llum de pixum.

En Chinchilla pujaven, de dos en dos, els presos,

lligats per les monyiques amb un tros de cordell

i amb barba de mil dies en el rostre groguenc.

Creuen tota la nit els miserables trens,

els vagons de tercera, per una nit d’espart.

Orinaves, dempeus, des de la plataforma.

En el comú s’oïen els gemecs de l’amor.

El salconduit costava —em sembla— sis quinzets.

 

 

Vicent Andrés Estellés. Antología. Edición y traducción del autor. Selección de Jaume Pérez Montaner y Vicent Salvador. Visor, 2024.

Imagen: Vasili Kandinski. Vista de Murnau con tren y castillo, 1909.

viernes, 13 de septiembre de 2024

[Finalmente]


 

Para Jorge Riechmann

 

Finalmente

hemos transmutado

la ganga

de la naturaleza y la poesía

en inerte objeto ornamental,

poesía y naturaleza,

los irreducibles pulmones

de la vida.

 

Y ahora nos asfixiamos,

con buena conciencia,

en parques nacionales bien escandidos

recitando endecasílabos subvencionados

 

 

Conrado Santamaría. Tanteos.

Imagen: Butchart Gardens, Canadá. Autoría no encontrada.

jueves, 12 de septiembre de 2024

EXCUSA


 

            no, yo no trabajo

            en una fábrica de armas

            ni levanto muros de cemento armado

o          redes de alambre de espino

            no, yo no trabajo

            en ese ramo de la construcción

            ni soy el brazo de la ley

            que trata de llegar al cuello

o          a las ropas de inmigrantes i legales

            cuando tratan de pasar por encima

            de esos muros y alambradas

            ni tampoco soy,

            en otro orden de cosas,

            el gancho, la porra, el rifle o el arpón

            que asesinan a sangre fría

            focas, ballenas o cualquier otra especie

            animal que se les ponga por delante

            no, yo no trabajo

            en ninguna de esas historias

o          en otras por el estilo

            no, lo lamento,

            yo no tengo vuestra excusa:

            yo no tengo

            crías que alimentar

 

 

David González. En Voces del extremo. Poesía y magia. VV. AA. Coordinación: Antonio Orihuela. Fundación Juan Ramón Jiménez, 2009.

Imagen: Mario de Biasi. Does not answer, 1950s.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

Los escuchadores


 

“¿Hay alguien ahí?” preguntó el Viajero,

   Llamando a la puerta en la noche;

Y mudo el caballo mordía la hierba

   Del suelo tupido del bosque:

Y levantó un pájaro el vuelo en la torre,

   Sobre la sombra del Viajero:

Golpeó la puerta por segunda vez;

   “¿Hay alguien ahí?” preguntó de nuevo.

Nadie sin embargo bajó hasta el Viajero;

   Ninguna cabeza al alféizar

Se asomó a mirar en sus ojos grises,

   Perplejo y tranquilo a la espera.

Tan solo una hueste de atentos fantasmas

   Que habitaba a solas la casa

Se alzó al escuchar en la calma nocturna

   Esa voz de índole humana:

Se alzó y palpitó en la oscura escalera,

   Que baja hasta el salón desierto,

Prestando atención en un aire inquietado

   Al llamamiento del Viajero.

Él sintió en su pecho aquella extrañeza,

   Aquel silencio ante su grito,

Su caballo agitado, pastando en lo oscuro,

   Bajo el cielo de astros henchido;

Luego de repente golpeó la puerta

   Más fuerte, la cabeza alta: –

“Decidles que vine, y nadie me abrió”,

   Dijo “mantuve mi palabra”.

Ni una agitación hubo en los que oían,

   Aunque cada palabra dicha

Hizo eco en las sombras de la casa en calma

   Desde la única voz viva:

Ay, luego escucharon su pie en el estribo,

   Y en las piedras el sonido férreo,

Y cómo al morir los cascos batientes

   Volvió blandamente el silencio.

 

The Listeners

 

‘Is there anybody there?’ said the Traveller,  

   Knocking on the moonlit door;

And his horse in the silence champed the grasses  

   Of the forest’s ferny floor:

And a bird flew up out of the turret,  

   Above the Traveller’s head:

And he smote upon the door again a second time;  

   ‘Is there anybody there?’ he said.

But no one descended to the Traveller;  

   No head from the leaf-fringed sill

Leaned over and looked into his grey eyes,  

   Where he stood perplexed and still.

But only a host of phantom listeners  

   That dwelt in the lone house then

Stood listening in the quiet of the moonlight  

   To that voice from the world of men:

Stood thronging the faint moonbeams on the dark stair,  

   That goes down to the empty hall,

Hearkening in an air stirred and shaken  

   By the lonely Traveller’s call.

And he felt in his heart their strangeness,  

   Their stillness answering his cry,

While his horse moved, cropping the dark turf,  

   ’Neath the starred and leafy sky;

For he suddenly smote on the door, even  

   Louder, and lifted his head:—

‘Tell them I came, and no one answered,  

   That I kept my word,’ he said.

Never the least stir made the listeners,  

   Though every word he spake

Fell echoing through the shadowiness of the still house  

   From the one man left awake:

Ay, they heard his foot upon the stirrup,  

   And the sound of iron on stone,

And how the silence surged softly backward,  

   When the plunging hoofs were gone.

 

 

Walter de la Mare (1873-1956). Traducción: Conrado Santamaría.

Imagen: Remedios Varo. Ruptura, 1955.