¡Chulo, más que chulo!
Y chulo tu pequeño bigote de conejo indeciso
o tus pies mariposa descarriando los sueños…
¿Qué coños haces hoy con estas armas
inútiles para tus ríos?
¿Es suficiente la ironía? ¿Sirve
la tristeza desheredada
de tus ojos extintos?
Oh, héroe, cabalga
prevaricando la estulticia, haciendo
añicos al poder establecido.
¡No saques pecho ni presumas, tonto!
Lleno de árboles, palomas, jardines y llanuras
tienes en ti todo lo íntimo
y sólo tu inocencia feraz inteligente
satiriza
lo fugitivo.
Mira, Carlos, que sé, que te conozco
y huelo bien las balas que contienen
las cartucheras de tu cinto;
mira, torpón, desobediente,
que no se me despista
que acabas de afeitar la dictadura
y estás condecorado de ti mismo
con esa maquinilla centenaria
que al ojal has prendido…
Ay, querido
soldado, lleno de participios
con quien nunca
copuló Madelón. Tu victoria
es tu himno entre lo elemental de cada día:
raspadora, batidora, cafetera… ¡Símbolos
hermosos que se ponen en pie de guerra en la
locuacidad del entusiasmo mientras canta
una Internacional el molinillo!
Chulo, Carlos, trotón: ¡Firme! No llores.
(1976)
Jesús Hilario Tundidor. En El perseguidor, nº 45, 14 de mayo 2011.
Imagen: Charlie Chaplin. Armas al hombro, 1918.
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