domingo, 8 de septiembre de 2024

Una pausa


 

Un rencor ya con pausa

CAROLINA SAYABERA

 

Mira,

contempla estos restos arqueológicos

nunca por nadie excavados,

es tan poco

(o es un exceso, una desmesura)

es sólo lo que está

semioculto por la maleza,

apenas visible.

 

Ejercita la imaginación,

sube a lo alto,

contempla

(el pueblo en la lejanía,

silenciado, silencioso,

el pueblo dormido

¿para siempre callado?).

 

Ves

la piedra donde se alzaba

la bandera, se cantaba

el cara al sol, se escuchaban

las palabras del sacerdote

(afilada piedad de los vencedores)

“vuestras almas han sido perdonadas

pero no hay perdón para vuestros cuerpos”.

 

Imagina,

pues se aprecian aún

las líneas difusas, las piedras

que dibujan el trazado del campo,

los barracones y allí, en un extremo,

la torreta de la mina.

 

Escucha

los que aún hablan,

los que pueden hablar,

los no callados

ni por la muerte ni por el miedo,

dicen o susurran cosas pavorosas.

 

Escucha

los camiones en la noche, sus faros,

los desaparecidos en la madrugada

bajan la voz,

dicen

los arrojados por la boca de la mina,

los tragados por la tierra,

la madre arrebatada, el camión

a plena luz atravesando el pueblo,

las gentes mirando: piedad o desprecio, arrogancia

o grito (callado, comido por el miedo).

 

Escucha,

reposa la mano de una mujer en las piernas

de su hermana aún mayor (pasa de ochenta)

arropa con el gesto su dolor aún más indecible,

más balbuceante

después de tantos años: ¿olvido, rencor?

 

Imposible el olvido

pues aquella mañana permanece.

 

Hoy es ayer,

pero rencor,

                        ¿rencor?

 

Medita, luego mira

a la cámara y dice

pero es un rencor

ya con pausa.

 

Pasa el tiempo,

queda un hueco,

un espacio, una huella,

un intersticio

hecho de restos,

piedras casi ocultas,

lacerantes recuerdos

cada día más borrosos

(más igual de intensos),

cuerpos perdidos.

 

Queda una extensa llanura

donde leer signos, comprender

lo que estuvo y aún permanece.

 

Hay

desgajados pedacitos de tiempo,

minúsculas muescas,

piedras, recuerdos, lindes,

un paisaje casi borrado.

 

Hay

entre la muerte,

el olvido y la memoria

una pausa.

 

Escucha

el hueco,

el eco,

mira,

atiende al silencio.

Palpita una ausencia,

 

                                               una pausa.

 

 

Antonio Crespo Massieu. Obstinada memoria. Amargord, 2015.

Imagen: Laura León. Explanada del campo de concentración de Castuera.

5 comentarios:


  1. Dos escenas:

    La primera transcurre entre fotos que publicitan las extensas y soleadas playas de Argelès-sur-mer. Ni rastro de barracones y alambradas. Mi abuelo me contaba de la disentería, del hambre, de hombres que, en su desesperación y colchón de arena fría, bebían agua de mar, de los bastonazos de la guardia africana del general Petain.

    La segunda se desplaza más al sur, al Camp de la Bota, en las playas de Barcelona. De siempre un lugar donde levantar barracas para la inmigración y la gente gitana (Carmen Amaya nació y se crió en una de ellas: la del Somorrostro). A partir 1939 fue espacio ideal para fusilar a los vencidos, casi dos millares. Noches de sangre y silencio. Hoy son playas ideales para el turismo barato. Siempre repletas e intransitables. Lugar ideal, también, donde ejercitarse en el arte del robo: la miseria de unos atrae la miseria de otros.

    En ambos casos hay placas que recuerdan algo de lo que allí pasó. Nadie se fija en ellas. La pausa es demasiada larga. Sin embargo, hay algo de ese algo que pervive: es lo que debe ser dicho, esto es, actuado. Convocar la ausencia. Sin rencor, pero sin pausa, contundentemente, como lo hace Massieu.

    ¡Salud, Conrado y compañía!

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    1. Estuve en Argelès-sur-mer y me detuve a leer la placa que mencionas, Joan. No he estado en el Camp de la Bota, pero puedo verlo nítidamente (su presente y su pasado) con las palabras medidas y vivas con las que lo describes. La mirada de Crespo Massieu precisamente se caracteriza en fijarse en esos lugares de la memoria y nos lleva para que acompañemos el dolor contra el olvido de la Historia. Salud!

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    2. Ah, se me olvidaba. Si puedes lee "Elegía en Portbou", de Antonio Crespo Massieu. Salud!

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  2. "Descendimos a la noche amenazada (...)
    Y sin embargo nada,
    ni la noche, el horror, el miedo,
    nada
    abolía la sonrisa, la inconsciente esperanza (...)
    Éramos certeza, una luz,
    un cuerpo esperando otro cuerpo,
    un descenso torpe, casi un balbuceo ..."

    Sí, hace ya unos años que la "Elegía en Portbou" alienta mis lecturas.
    Me alegra, una vez más, ese encuentro que compartimos, Conrado.

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