miércoles, 6 de noviembre de 2024

Quién si no las moscas pueden mostrarnos el camino


 

Ahí están, dicen las moscas,

absortas en su danza prehispánica.

Ahí están, insisten murmurando

con un zumbido incesante.

 

Ahí están, apuntan las moscas como plañideras:

adentro del espanto de esa noche,

adentro del monte arriba

por el que algún día corrieron

cuando eran niños.

 

Ahí están: los sueños torturados, los pantalones rotos,

un tenis, cuatro plumas, dos carcajadas,

los vestidos desgarrados, una libreta.

Las novias que siguen esperando se preguntan: ¿dónde están?

Ahí están, responden las moscas

sobrevolando los huesos, el hedor penetrante de los días,

la esperanza mutilada, el silencio que gime como un viento desollado.

 

Ahí están, todos revueltos, abrazados,

con la juventud brillando bajo los párpados.

Ahí están, ¡vengan por ellos!, dicen las moscas

unidas, haciendo guardia al amanecer.

Ahí están, dicen inquietas, ambiguas, impotentes,

respirando el olor dulzón de la carne amarga.

Ahí están, presentes, los cuerpos

que brillan como pequeñas luciérnagas.

 

Ahí están, las moscas nacidas de la compasión,

las moscas de la misericordia.

Ahí están, contando lo que pasó

con sus alas turbias y su color azul.

 

Ahí están, los ojos más tiernos, los más transparentes

ojos por los que brotan los árboles luminosos.

Ahí están, los rostros llenos de lodo, con el corazón intacto,

las huellas de sus pasos sobre esta oscura piel llamada patria.

Ahí están, sus lenguas besables, sus labios agrietados,

sus cálidas gargantas, su afónica oración.

Ahí están, las frentes inclinadas, bendecidas por sus madres

antes de salir de casa.

Ahí están los que nunca más volvieron,

calcinados, molidos, dispersados,

Aguardando, aguardando.

Ahí están, dispuestos, extenuados,

con relojes de arena y voces invencibles.

Ahí están, con la mirada profunda

y las pestañas llenas de polvo y aves.

Ahí están: los emilianos, los panchos, los chaparritos,

los que sabían leer, los que serían distintos.

Ahí están: las lupes, las citlalis, las juanas y marías,

las artesanas, las costureras, las enamoradas eternas.

 

Ahí están las moscas que sobrevuelan la verdad.

 

Y ahí están todos, con el polvo en los huaraches y los puños apretados,

los padres, las madres, los hermanos, los abuelos.

Ahí están los maestros, los albañiles, los campesinos,

las amas de casa con su olla humeante de frijoles heridos.

 

Ahí están, los mataron, los quemaron, los aventaron

como quien tira un saco de piedras en la orilla del mundo.

Ahí están, dicen las moscas con su rumor de letanía,

recitando los nombres, los apellidos,

la inmensa lista de los que nunca vuelven,

la obstinada legión de los despiertos.

 

 

Carmen Nozal. Los 43. Antología literaria. Compilador: Eusebio Ruvalcaba. Los bastardos de la uva, 2015.

Imagen: David Manzur

martes, 5 de noviembre de 2024

DIÓGENES


 

Diógenes, buen cínico, filósofo,

Está ahí como asceta pordiosero,

Frente a la sociedad establecida,

Muy agresivo, libre, solitario

Como si fuese impertinente hippy.

 

Le acusaron –Eres un ignorante.

¿Y a la vez un filósofo?

–Ser un sabio en conducta, ¿no es ya filosofía?

 

Le preguntan: –¿Qué es lo mejor del mundo?

Sin sombra de conflicto respondió:

–Libertad de lenguaje.

–¿Y cuál es el valor máximo de la vida?

–La esperanza, las esperanzas nuestras.

 

El arte de vivir es muy difícil.

–Necesita ejercicios

Al modo de los músicos y atletas.

 

Diógenes se reía

De saberes científicos, les lanzaba sus retos.

¿Y a tanto se atrevía, tan cercano Platón

Y viviente Aristóteles?

Heracles, su maestro, dios entonces,

Decidía: libertad ante todo.

 

Exclamó nuestro héroe

Contemplando preludios de gran fiesta.

–Si eres hombre ¿no sientes

Que es fiesta cada día?

 

Diógenes, en su época de esclavo,

Se opuso a quien quería rescatarle.

–Leones nunca esclavos de sus guardas.

Los guardas son esclavos de sus fieras.

 

Diógenes muere. Dice un epitafio:

Ha volado a la estrella del León.

 

“Antología palatina.” Otro epitafio:

Dijo a Caronte:

Llévame a la otra orilla de la Estigia.

Yo he despojado toda vida humana

De su soberbia.

 

Pan, alforja, sayal, bastón y copa.

Diógenes sobrepasa a su figura.

 

 

Jorge Guillén. Final. Edición de Antonio Piedra. Castalia, 1987.

Imagen: Jacob Jordaens. Diógenes en busca de un hombre honesto, c. 1642.

lunes, 4 de noviembre de 2024

[Y Tacha llora al sentir que su vaca no volverá ...]


 

Y Tacha llora al sentir que su vaca no volverá porque se la ha matado el río. Está aquí, a mi lado, con su vestido color de rosa, mirando el río desde la barranca y sin dejar de llorar. Por su cara corren chorretes de agua sucia como si el río se hubiera metido dentro de ella.

Yo la abrazo tratando de consolarla, pero ella no entiende. Llora con más ganas. De su boca sale un ruido semejante al que se arrastra por las orillas del río, que le hace temblar y sacudirse todita, y, mientras, la creciente sigue subiendo. El sabor a podrido que viene de allá salpica la cara mojada de Tacha y los dos pechitos de ella se mueven de arriba abajo, sin parar, como si de repente comenzaran a hincharse para empezar a trabajar por su perdición.

 

Juan Rulfo. Es que somos muy pobres. En Pedro Páramo y El llano en llamas. Planeta, 1985.

Imagen: Jorge Gil. DANA en la Comunidad Valenciana, 2024.

domingo, 3 de noviembre de 2024

[Los cónsules, los pro-cónsules,]


 

LXXIX

 

Los cónsules, los pro-cónsules,

qué mezquina raza oficiosa de hijos de puta, cautísimos,

de manera que nunca se note demasiado.

Bastardos,

hablan siempre en voz baja

y tienen muy propicia una brillante sintaxis de mármoles y espadas.

Son conmemorativos,

y practican un vicio que se llama necrología.

 

 

LXXIX

 

els cònsols, els pro-cònsols,

quina mesquina raça oficiosa de fills de puta, cautíssims,

de manera que mai no es note massa.

bastards,

parlen sempre en veu baixa

i tenen molt propícia una brillant sintaxi de marbres i d’espases.

són commemoratius

i practiquen un vici que hom diu necrologia.

 

 

Vicent Andrés Estellés. Horacianas, 1974. En Antología. Edición y traducción del autor. Selección de Jaume Pérez Montaner y Vicent Salvador. Visor, 2024.

Imagen: Giorgio De Chirico, L’enigma di una giornata, 1914.