miércoles, 27 de marzo de 2013

La mujer de Lot


Y el justo seguía al enviado de Dios,
inmenso y claro, por la negra montaña.
Pero la angustia le hablaba en voz alta a su esposa:
aún no es tarde, aún puedes mirar
las torres rojas de tu natal Sodoma,
la plaza donde cantabas en el patio, donde hilabas,
las vacías ventanas de la alta casa,
donde a tu querido esposo le pariste hijos.
Lanzó una mirada, y paralizada por un dolor mortal,
sus ojos ya no pudieron mirar más;
y se convirtió su cuerpo en sal transparente,
y sus veloces piernas se soldaron al suelo. 

¿Quién llorará a esta mujer?
¿No parece ser la menor de las pérdidas?
Sólo mi corazón no olvidará jamás
la que cambió su vida por una sola mirada. 




Anna Ajmátova. Réquiem y otros escritos. Galaxia Gutemberg, 2000.
Traducción: José Manuel Prieto
Imagen: Anna Andreyévna Ajmátova

sábado, 23 de marzo de 2013

Canción del antiavionista

Que vienen, vienen, vienen,

los lentos, lentos, lentos

los ávidos, los fúnebres,


los aéreos carniceros.



Que nunca, nunca, nunca


su tenebroso vuelo


podrá ser confundido


con el de los jilgueros.



Que asaltan las palomas


sin hiel. Que van sedientos


de sangre, sangre, sangre,


de cuerpos, cuerpos, cuerpos.



Que el mundo no es el mundo.


Que el cielo no es el cielo,


sino el rincón del crimen


más negro, negro, negro.



Que han deshonrado al pájaro.


Que van de pueblo en pueblo,


desolación y ruina


sembrando, removiendo.



Que vienen, vienen, vienen


con sed de cementerio


dejando atrás un rastro


de muertos, muertos, muertos.



Que ven los hospitales


lo mismo que los cuervos.



Que nadie duerme, nadie.


Que nadie está despierto.


Que toda madre vive


pendiente del silencio,


del ay de la sirena,


con la ansiedad al cuello,


sin voz, sin paz, sin casa,


sin sueño.



Que nadie, nadie, nadie


lo olvide ni un momento.


Que no es posible el crimen.


Que no es posible esto.



Que tierra nuestra quieren.


Que tierra les daremos


en un hoyo, a puñados:


que queden satisfechos.


Que caigan, caigan: caigan.

Que fuego, fuego: fuego.



 
Miguel Hernández. Viento del pueblo. El poema apareció en Lucha, Valencia, 22 de mayo de 1937.
Imagen:  US DRONE

viernes, 22 de marzo de 2013

Cálculo de probabilidades


Cada vez que un dueño de la tierra

proclama

            para quitarme este patrimonio

            tendrán que pasar

            sobre mi cadáver

debería tener en cuenta

que a veces

pasan.

Mario Benedetti. Antología poética. Alianza, 1984.

jueves, 21 de marzo de 2013

Lapsus


Estábamos pidiendo más blancura,
más memoria, verdades
al futuro,
                                   sin ruido,
cuando vimos el agua de noche
retorcerse en más agua
corriendo entre las piedras,
saltando hasta caer
con fuerza servicial
por la cortada. 



Antonio Méndez Rubio. Por más señas. DVD, 2005.
Imagen: Gustave Doré.

martes, 19 de marzo de 2013

De profundis


 
Si vais por la carretera del arrabal, apartaos, no os inficione mi pestilencia.
El dedo de mi Dios me ha señalado: odre de putrefacción quiso que fuera este mi cuerpo,
y una ramera de solicitaciones mi alma,
no una ramera fastuosa de las que hacen languidecer de amor al príncipe
sobre el cabezo del valle, en el palacete de verano,
sino una loba del arrabal, acoceada por los trajinantes,
que ya ha olvidado las palabras de amor,
y sólo puede pedir unas monedas de cobre en la cantonada.
Yo soy la piltrafa que el tablajero arroja al perro del mendigo,
y el perro del mendigo arroja al muladar.
Pero desde la mina de las maldades, desde el pozo de la miseria,
mi corazón se ha levantado hasta mi Dios,
y le ha dicho: Oh Señor, tú que has hecho también la podredumbre,
mírame,
Yo soy el orujo exprimido en el año de la mala cosecha,
yo soy el excremento del can sarnoso,
el zapato sin suela en el carnero del camposanto,
yo soy el montoncito de estiércol a medio hacer, que nadie compra
y donde casi ni escarban las gallinas.
Pero te amo,
pero te amo frenéticamente.
¡Déjame, déjame fermentar en tu amor,
deja que me pudra hasta la entraña,
que se me aniquilen hasta las últimas briznas de mi ser,
para que un día sea mantillo de tus huertos!

Dámaso Alonso. Hijos de la ira. Castalia, 1986
Imagen: Alfred Kubin. Dolmen

sábado, 16 de marzo de 2013

La sílaba esencial


NO 

(esta sílaba básica) 

no acepto 

no trago 

no confirmo 

no pacto 

no transijo 

no apuntalo 

no me adhiero a este horror 



Jorge Riechmann. El común de los mortales. Tusquets, 2011

miércoles, 13 de marzo de 2013

Eruditos en campus


Son los que son. 

Apacibles, pacientes, divagando
en pequeños rebaños
por el recinto ajardinado,
vedlos.
O mejor, escuchadlos: 

mugen difusa ciencia,
comen hojas de Plinio
y de lechuga,
devoran hamburguesas,
textos griegos,
diminutos textículos en sánscrito,
y luego
fertilizan la tierra
con clásicos detritus:
                                          alma mater. 

Si eructan,
un erudito dictum
perfuma el campus de sabiduría. 

Si, silentes, meditan,
raudos, indescifrables silogismos,
iluminando un universo puro,
recorren sus neuronas fatigadas.
Buscan
-la mirada perdida en el futuro-
respuesta a los enigmas
eternos: 

¿Qué salario tendré dentro de un año?
¿Es jueves hoy?
¿Cuánto
tardará en derretirse tanta nieve?


Ángel González. 101 + 19 = 120 poemas. Visor, 2000.
Imagen: Asterio Mañanós. Salón de lectura de la Biblioteca del Senado.

lunes, 11 de marzo de 2013

Vientres de Madrid y de Bagdad


[13 de marzo de 2004] 

«(…) la lógica de la guerra a todos sus niveles conduce al
hermanamiento de todas sus víctimas civiles, sean éstas del
bando que sean: un inesperado cordón umbilical parece
unirlas todas y dejan sin argumentos, y completamente
solos, a los señores canallas de la guerra».
(Eugen Drewermann: “Contra la injusticia”) 

Sólo entonces
os he visto. 

En la nuca partida del suelo iraquí.
Y en la sangre bramando por la grava de Atocha. 

Y en el Pozo:
izando sus calambres tras una siembra triste,
los ombligos de los hombres
abiertos y a cuchilla por los perros del Amo. 

Yo cuido de los vientres de las novias perdidas
–los hombros de los niños se han quedado sin hora;
cuido de las oraciones cansadas de la tierra
y del largo cabello de todos nuestros muertos. 

Soy el pueblo sin puñal y tres veces devastado,
el silbo de una cuenta enmudecida.
Yo cuido de las flores y los peines:
soy un hombre en la altura de todas vuestras muecas. 

Y escarbo en las costillas de la bestia
besando lo imposible que habla en vuestra sangre:
soy el hombre que cuelga de un ombligo,
la cólera enterrada en los pozos del mundo. 

Y os digo: 

que la lumbre tronará por los espejos
que un caballo volteará por vuestra boca
que siempre las heridas
de todos estos hijos
saldrán casi estallando por un fundado cielo. 

Sólo entonces
os he visto,
a los unos y a los otros, sangre terca unida ahora. 

Desde entonces sea el hombre: 

yo bramo en vuestro propio
cordón umbilical. 


Enrique Falcón. Amonal y otros poemas. Ediciones Idea, 2005.
Imagen: Don McCullin. Guerra civil en Chipre.

sábado, 9 de marzo de 2013

Canción del soldado de su majestad


No quise estudiar
y  me hice soldado
de su majestad. 

Soldado de plomo,
entrañas de hierro,
soldada de oro,
mirada de perro. 

No quise estudiar. 

Acatar consignas
sin reflexionar,
disparar deprisa,
luego preguntar. 

Y me hice soldado. 

¡Oh, días felices!,
la guerra ha cambiado,
mueren los civiles,
y vive el soldado. 

De su majestad. 

Bandera sagrada,
honor militar,
tradiciones santas,
patria capital. 

Soldado de plomo,
entrañas de hierro,
soldada de oro,
mirada de perro.
 
 
Conrado Santamaría. Cancionero de escombros con hoguera. Ediciones Trabuco, 2014.
Imagen: Richard Moynan. Maniobras militares, 1891.

jueves, 7 de marzo de 2013

Bomba en la Academia


¡Yo puse aquella bomba en la Academia!
¡Ardía como ardió la vieja Roma!
El fuego terminó con su carcoma
que a toda imagen viva era blasfemia. 

Ya no fija ni limpia, esplende o premia
y su vano dominio se desploma.
De sus cenizas vuela una paloma
ebria de libertad y de bohemia. 

Monumento a la losa, al privilegio,
a la letra que duerme y que delira,
rata de sueños y prisión del juego. 

Destrúyase, por fin, el bodrio regio,
que lo mismo valdrá, oh hermosa pira,
arder ahora o consumirse luego. 



Jesús Lizano. El ingenioso libertario Lizanote de la Acracia o la conquista de la inocencia. Virus editorial, 2009
Imagen: Gustav Klimt. El pez dorado.

lunes, 4 de marzo de 2013

Bomba en la Ópera


Toda descote, la platea brilla;
brilla o bulle, es igual, gira y contempla
el do de pecho que en la glotis grande
-escenario y telón-  vibra, retiembla,
rebota en las paredes, sube en aguas
y anega a todos, a los felicísimos
que piensan mientras tragan, tragan, tragan,
que un bel morir tutta una vita onora.
Agua o música, o no: puro perfume,
y el perfume no ahoga.
Sobreviven, conversan, abanican.
La mano muerta mueve las varillas,
el nácar decorado. "Oh, conde, estalle,
rompa ese peto de su camisola
y no me mire así. Tiemblan mis pechos
como globos de luz..." Petróleo hermoso
o gas hermoso, o, ya electrificados,
globos de luz modernos en la noche.
Noche de ópera azul, o amarillenta,
mientras los caballeros enfrascados
en la dulce emoción de las danseuses
mienten a las condesas sus amores
lánguidamente verdes en la sombra.
Tarde, ¡qué tarde! Ya los terciopelos,
todo granate, sofocados ciñen
esculturales torsos desteñidos,
mientras el escenario ha congregado
a la carne mortal, veraz que canta.
Todos suspensos en la tiple. ¡Cómo!
¿Es la voz? ¡Es la bomba! ¿Qué se escucha?
Oh, qué dulce petardo allí ha estallado.
Rotos muñecos en los antepalcos.
Carnes mentidas cuelgan en barandas.
Y una cabeza rueda allá en el foso
con espantados ojos. ¡Luces, luces!
Gritos de los muñecos que vacían
su serrín doloroso. ¡Luces, luces!
La gran araña viva se ha apagado.
Algo imita la sangre. Roja corre
por entre pies de trapo. Y una dama
muerta, aún más muerta, con su abrazo alzado
acusa. ¿A quién? La música aún se escucha.
Sigue sonando sola. Nadie la oye,
y un inmenso ataúd boga en lo oscuro. 



Vicente Aleixandre. En un vasto dominio. Diario Público, 2010.
Imagen: Bomba en el Liceo de Barcelona, 1893.

domingo, 3 de marzo de 2013

Paisajes con un obrero al fondo


3 

Se quedó girando
la rueda en el aire.
La arena y las piedras
manchadas de sangre. 

Terraplén abajo,
los ecos se abren. 

A la excavadora,
no la lleva nadie,
su rueda girando,
girando en el aire. 

Terraplén abajo,
todo se deshace. 

La rueda se aquieta,
se para en el aire.
El juez, con decoro,
levanta el cadáver.
 
 
Conrado Santamaría. Cancionero de escombros con hoguera. Ediciones Trabuco, 2014.
 
Imagen: Goya: El albañil herido.

viernes, 1 de marzo de 2013

No es el viento


somos niños todos guardamos cama
rapados al cero en las sienes venitas azules
me han dado un libro y leo acerca de estepas
y bosques que no he visto en la vida
liusia que duerme a mi izquierda recuerda que iba
al parvulario pero el sentido de sus recuerdos es confuso
aunque lo describe todo son imágenes oscuras
no puedo imaginarme ningún parvulario
estamos enfermos pero nada sabemos de ello
porque estuvimos enfermos desde que nacimos
muchos adultos son buenos nos dan de comer
los adultos están para dar de comer a los niños 

después de la siesta nos ponen inyecciones
viene el importante jefe de sección con mascarilla
a la derecha huele mal resulta que a kolia
le han salido llagas y le están vendando
kolia cuando podía caminar presumía y se pavoneaba
vio un escarabajo y un caballo dice tan grande

como un elefante pero después de la operación volvió
escayolado y como liusia y yo calla no molesta
en el libro hablan de un partisano aseguran
que lo abatió una bala fascista el libro se parece
a la verdad la cosa buena es que mueren
los adultos mientras los niños no saben más que vivir acostados 

el día en que murió stalin nos llevaron a bañarnos
lloran pero aun así nos lavan día de baño en la sala
liusia en el catre como pollo en el plato
nunca llevó ni trenza ni vestido
mientras estamos tumbados cerca uno del otro desnudos
nos enjabonan y la enfermera verka
canta que no es el viento el que dobla la rama* que levanten
el brazo los que no han olvidado el sabor del viento en la lengua
recuerdo que jugábamos con erizos de goma
por qué justamente con erizos ese día
lo guardo en la memoria por lo de stalin y nosotros acostados
llenos de jabón los hijos del edén en el día del pecado original 

* De una canción folklórica (no es el viento el que dobla la rama). 



Alekséi Tsvetkov. La hora de Rusia. Poesía contenporánea. Maria Ignátieva (ed.). Visor, 2011.
Traducción: Eva Crego
Imagen: Nina Vatolin y Nikolái Denisov, 1941