sábado, 31 de diciembre de 2022

EL HUERTO


 

En casi todos los trabajos que tuve

Solían acusarme de ser demasiado lento

 

Me decían

Así no llegarás a ninguna parte

 

Ahora cultivo un huerto

Y estoy sentado en un muro de piedra seca

Con los ojos entornados

Mientras escucho los balidos y los cencerros de las ovejas

 

Sin embargo

Tengo la sensación

De que nunca avancé tan rápido

 

 

Patricio Rascón. En Palabras de barricada. Una recopilación de anarcoversos. (Coord. Fernando Barbero). Queimada, 2015.

Imagen: Fiódor Vasíliev. Álamos, 1870.

viernes, 30 de diciembre de 2022

[Desprevenida,]


 

Desprevenida,

cruza el cielo una garza:

deslocalizan.

 

 

Conrado Santamaría. Salario (Rensaku de explotación). La Maldita, 2022.

Imagen: Camille Solyagua. Red Crowned Cranes #10, 2002.

jueves, 29 de diciembre de 2022

[Las primeras noticias acerca del tipo y la magnitud de los crímenes cometidos en el curso de la civilización del Congo...]


 

Las primeras noticias acerca del tipo y la magnitud de los crímenes cometidos en el curso de la civilización del Congo contra la población autóctona llegaron a hacerse públicas en 1903 gracias a Roger Casement, quien entonces ocupaba el cargo de cónsul británico en Boma. Casement –del que Korzeniowski había expresado una vez, delante de un conocido londinense, que podía contar cosas que él, Korzeniowski, intentaba olvidar desde hacía tiempo–, en un memorándum presentado a Lord Lansdowne, de la Foreign Secretary, hizo un informe pormenorizado relativo a una explotación de los negros que no era atenuada por ningún tipo de miramiento, obligados a trabajar sin remuneración en todas las obras de la colonia, alimentados únicamente con lo imprescindible, con frecuencia encadenados los unos a los otros, a un ritmo establecido desde el amanecer hasta la caída del sol y, a fin de cuentas, hasta caer literalmente desplomados. Ante los ojos de quien navegue por la parte superior del Congo, río arriba, y no esté cegado por la avaricia de dinero, escribe Casement, se revela la agonía de un pueblo entero en todos sus pormenores, que desgarran el corazón y dejan sumidas en las sombras las historias bíblicas del sufrimiento. Casement no dejó ninguna duda de que, cada año, los vigilantes blancos empujaban a la muerte a cientos de miles de esclavos, y de que mutilaciones, cortar manos y pies, y ejecuciones con revólver eran las medidas represivas practicadas a diario en el Congo para el mantenimiento de la disciplina. Una conversación privada, para la que el rey Leopoldo había hecho ir a Casement a Bruselas, debía servir para relajar el tenso ambiente que su intervención había creado, mejor dicho, debía servir para valorar el peligro que las actividades revolucionarias de Casement entrañaban para los negocios coloniales belgas. Leopoldo aseveró que consideraba el rendimiento laboral de los negros como un equivalente a los impuestos absolutamente legítimo, y si en ocasiones, ya que no quería negar que fuese cierto, se llegaba a abusos inquietantes por parte del personal blanco de vigilancia, había que atribuirlo al hecho deplorable, si bien apenas corregible, de que el clima del Congo provocaba una especie de demencia en las cabezas de algunos blancos que lamentablemente no siempre era posible prevenir a tiempo. Como a Casement no se le podía persuadir con tales argumentos, Leopoldo se valió del privilegio de la influencia real en Londres, lo que tuvo como consecuencia que, con dualidad diplomática, el informe de Casement fuese, por una parte, alabado como ejemplar y se concediera a su autor el título de Commander of the Order of Saint Michael and Saint George, y sin embargo, por otra, no se adoptara ninguna medida que pudiese menoscabar la salvaguardia de los intereses belgas. Cuando Casement, algunos años más tarde –probablemente con la secreta intención de alejar de forma provisoria su molesta persona–, fue enviado a Sudamérica, descubrió allí, en las zonas selváticas de Perú, Colombia y Brasil, condiciones que en muchos aspectos se asemejaban a aquellas del Congo, sólo que no eran sociedades mercantiles belgas las que estaban operando aquí, sino la Amazon Company, cuya administración central tenía su sede en la City londinense. También en Sudamérica se exterminaron en aquel tiempo tribus enteras y regiones enteras quedaron reducidas a cenizas. Es cierto que el informe de Casement y su apuesta incondicional en favor de los desamparados por las leyes y de los perseguidos suscitaba cierto respeto en el Foreign Office, si bien, al mismo tiempo, muchos de los burócratas competentes de más alto nivel sacudían la cabeza por aquello que les parecía un afán quijotesco, no propicio, seguramente, al ascenso laboral del enviado, tan prometedor por sí solo. Se intentó regular este asunto elevándolo a la categoría de noble en relación expresa con los merecimientos que se había procurado en beneficio de los pueblos sometidos de esta tierra. No obstante, Casement no estaba dispuesto a trasladarse al lado del poder; muy al contrario le preocupaban cada vez más la naturaleza y el origen de este poder y la mentalidad imperialista que había nacido de ella. Consecuente con esta línea era que acabara dando con la cuestión irlandesa, es decir, con su propia cuestión. Casement había crecido en County Antrim como hijo de padre protestante y madre católica, y conforme a toda su educación pertenecía a aquellos cuya misión vital residía en mantener la dominación inglesa sobre Irlanda. Cuando la cuestión irlandesa se agravó en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial , Casement comenzó a hacer suya la causa de «los indios blancos de Irlanda». Las injusticias perpetradas contra los irlandeses a lo largo de siglos colmaban su conciencia cada vez más, estigmatizada más hondamente por la compasión que por otra emoción cualquiera. El hecho de casi la mitad de la población irlandesa fuera asesinada por los soldados de Cromwell, de que más tarde miles de hombres y mujeres fueran enviados como esclavos blancos a las islas de las Indias Occidentales, de que en lo venidero más de un millón de irlandeses murieron de hambre y el hecho de que una gran parte de todas las generaciones que retoñaban en años posteriores estuviera obligada a emigrar de la patria, no se le iba de la cabeza. La determinación definitiva para Casement llegó en el año 1914, cuando el Home-Rule Programm, propuesto por el gobierno liberal para la solución de la cuestión irlandesa, fracasó por la oposición fanática de los protestantes norirlandeses, que habían apoyado, tanto en público como en privado, los distintos grupos de ingleses interesados. We will not shrink from Ulster`s resistance to home rule for Ireland, even if the British Commonwealth is convulsed, anunciaba Frederick Smith, uno de los representantes más decisivos de la minoría protestante, cuya denominada lealtad consistía en la disposición de defender sus privilegios, a mano armada, si esto fuese necesario, incluso contra las tropas del gobierno. Se fundaron los Ulster Volunteers con un grueso de cien mil hombres, y también en el sur se formó un ejército de voluntarios. Casement tomó parte en el reclutamiento y armamento de los contingentes. Envió sus condecoraciones de vuelta a Londres. No volvió a emplear la pensión que le había sido asignada. A principios de 1915 fue a Berlín en misión secreta para persuadir al gobierno del Reich del suministro de armas al ejército de liberación irlandés y para convencer a los prisioneros de guerra irlandeses que había en Alemania de que se unieran a una brigada irlandesa. Ambas empresas fracasaron y Casement fue traído de vuelta a Irlanda en un submarino alemán. Mortalmente agotado y completamente aterido por el agua helada, vadeó la bahía de Banna Strand, cerca de Tralee, hasta tierra firme. En este momento tenía cincuenta y un años. Su detención era inminente. Aún tuvo el tiempo justo de conseguir evitar, por mediación de un sacerdote, la sublevación de Pascua prevista en toda Irlanda, ahora condenada al fracaso, con el mensaje de No German help available. Algo muy distinto era, sin embargo, que los idealistas, los poetas, los dirigentes sindicales y los profesores que tenían la responsabilidad en Dublín se sacrificaran a sí mismos y a aquellos que los escuchaban en una lucha callejera de siete días. Cuando la sublevación fue sofocada, Casement ya estaba recluido en una celda de la Torre de Londres. No tuvo asistencia judicial. Como representante de la acusación fue requerido Frederick Smith, entretanto ascendido a fiscal del Tribunal Supremo, por lo que la resolución del proceso estaba ya casi estipulada de antemano. Para impedir cualquier recurso de gracia eventual por parte influyente, se transmitieron al rey inglés, al presidente de Estados Unidos y al Papa extractos del llamado diario negro hallado durante el registro de la vivienda de Casement que contiene un tipo de crónica de las relaciones homosexuales del acusado. La autenticidad del diario negro de Casement, hasta hace poco guardado bajo llave en la Public Record Office de Kew, al suroeste de Londres, se ha considerado sumamente dudosa durante mucho tiempo, en gran medida como consecuencia de que, hasta el pasado más reciente, los órganos ejecutivos y judiciales del Estado encargados de obtener, en el procedimiento contra supuestos terroristas irlandeses, las pruebas y de elaborar el auto de procesamiento del fiscal han sido reiteradamente culpables no sólo de suposiciones e imputaciones negligentes, sino también de falsificaciones premeditadas del sumario. En cualquier caso, para los veteranos del movimiento de liberación irlandés era impensable que uno de sus mártires pudiese haber sido afectado del vicio inglés. No obstante, desde el desembargo de los diarios, en primavera de 1994, no cabe ninguna duda de que fueron escritos por Casement. La única consecuencia que se puede deducir de ello es que posiblemente fuera la homosexualidad de Casement lo que le capacitó, pasando por alto las barreras de las clases sociales y de las razas, para reconocer la constante opresión, explotación, esclavización y destrucción de aquellos que más alejados estaban de los ejes del poder. Como era de esperar, Casement, al final del juicio en el Old Bailey, fue hallado culpable de alta traición. Lord Reading, el juez que ocupaba la presidencia, en otro tiempo llamado Rufus Isaacs, dio a Casement, su último aviso. You will be taken hence, le dijo, to a lawful prison and thence to a place of execution and will be there hanged by neck until you be dead. Hasta 1965 el gobierno británico no permitió la exhumación de los restos de Roger Casement, apenas identificables, seguramente, de la fosa de cal que había en el patio de la prisión de Pentonville, donde se había arrojado el cadáver.

 

W. G. Sebald. Los anillos de Saturno. Traducción de Carmen Gómez García y Georg Pichler. Anagrama, 2021.

Imagen: Roger Casement escoltado a la prisión de Pentonville, Londres tras ser condenado por traición.

miércoles, 28 de diciembre de 2022

PEACHTREE CITY, GEORGIA


 

La poesía amanece a las 6:52 en el condado de Fayette y las muchedumbres     entran en el Olimpo

a comer panqueques

 

los que besan abejas bajo los arrozales y los presbiterianos cenan sándwiches de pavo en la iglesia el cuarto miércoles de agosto

 

las ardillas con traje de mirlo saben que el primer miércoles tomaron pollo frito

 

el segundo miércoles pizza y zarzaparrilla

 

el tercer miércoles llegó la barbacoa

 

y habló el contable sobre los valores antropológicos de las armas de su país

 

con su vestido de sweet sixteen una cumpleañera tira dólares a la orilla del Chattahoochee

caen como espliego entre latas de cerveza y banderas a un dólar

caen a un río de los suburbios donde las ciervas perdidas dormitan en cajas de cereales

 

América abona sus secuoyas con peces muertos del humedal donde los niños ahogados y miles de republicanos con la cara de Ronald Reagan en sus camisetas celebran el porvenir

los pilotos tragan helado y pesticidas delante de su perro Toby

 

aduladores de los peniques hijos del plástico gritan subidos a sus cortacéspedes

 

I pledge allegiance to the flag of the United States of America and to the republic for which stands one nation under God indivisible with liberty and justice for all

entre fastfoods e Iglesias baptistas encuentro al viejo barbudo regando flores invisibles

 

le invito a una Coca-Cola light sabor vainilla y le cuento que de donde vengo las libélulas no hablan de su futuro ascenso laboral bajo la lluvia

 

una tortuga llena de cucharas soperas canta en mí

 

sin tutearme limpia el piano que muere en el fondo del melocotón

 

el viejo se despide con sus piernas cansadas

But I am that which unseen comes and sings, sings, sings

les dice a los Chevrolets y a las Biblias de los hoteles.

 

 

Mario Obrero. Peachtree City. Visor, 2021.

Imagen: Lars von Trier. Dogville, 2003.