martes, 28 de febrero de 2017

[La cuchilla]



La cuchilla se eleva en el insomnio.

Parece un animal inofensivo

pero en la noche sueña con cristales,

con vallas levantadas para el miedo.


La que rasura al hombre lentamente

y recorre su rostro, cicatriz

de la mañana abierta en diminutas

flores de sangre roja y perfumada.


La que duerme en silencio en su cajón

como un verbo desnudo e inocente

pero luego destroza la sintaxis,

las manos cuando intentan alcanzar

la valla que prospera en la estrechez.


Siete metros de lava y de ceniza

izaron en Pompeya la desgracia.

Son seis los que atormentan esas manos

cuando en Melilla sangran las vocales,

falanges que fracturan el presente

y lloran rojas letras de papel.

Su tinta azuza el agua y la envenena.





María Ángeles Pérez López. Fiebre y compasión de los metales. Vaso Roto, 2016.

domingo, 26 de febrero de 2017

La cabeza en el palo



Balboa, muerte y garra

llevaste a los rincones de la dulce

tierra central, y entre los perros

cazadores, el tuyo era tu alma:

leoncico de belfo sangriento

recogió al esclavo que huía,

hundió colmillos españoles

en las gargantas palpitantes,

y de las uñas de los perros

salía la carne al martirio

y la alhaja caía en la bolsa.


Malditos sean perro y hombre,

el aullido infame en la selva

original, el acechante

paso del hierro y del bandido.

Maldita sea la espinosa

corona de la zarza agreste

que no saltó como un erizo

a defender la cuna invadida.


Pero entre los capitanes

sanguinarios se alzó en la sombra

la justicia de los puñales,

la acerba rama de la envidia.


Y al regreso estaba en medio

de tu camino el apellido

de Pedrarias como una soga.


Te juzgaron entre ladridos

de perros matadores de indios.

Ahora que mueres, oyes

el silencio puro, partido

por tus lebreles azuzados?

Ahora que mueres en las manos

de los torvos adelantados,

sientes el aroma dorado

del dulce reino destruido?


Cuando cortaron la cabeza

de Balboa, quedó ensartada

en un palo. Sus ojos muertos

descompusieron su relámpago

y descendieron por la lanza

en un goterón de inmundicia

que desapareció en la tierra.





Pablo Neruda. Canto general, 1950. En Antología poética. Alianza, 2015.

Imagen: Ejecución de Núñez de Balboa. En Vasco Nuñez de Balboa. Frederick A. Ober.  Harper, 1906.

sábado, 25 de febrero de 2017

Parodia del guerrero



Y qué hacen allá abajo?

Parecen que andan todos ocupados,

hirviendo en sus negocios.


Allá abajo, allá abajo

allá lejos,

andan tal vez estrepitosamente

de aquí no se ve mucho,

no les veo las bocas,

no les veo

detalles, sonrisas

o zapatos derrotados.

Pero, por qué no vienen?

Dónde van a meterse?


Aquí estoy, aquí estoy,

soy el campeón mental de ski, de box,

de carrera pesada,

de alas negras,

soy el verdugo,

soy el sacerdote,

soy el más general de las batallas,

no me dejen,

no, por ningún motivo,

no se vayan,

aquí tengo un reloj,

tengo una bala,

tengo un proyecto de guerrilla bancaria,

soy capaz de todo,

soy padre de todos ustedes,

hijos malditos:

qué pasa,

me olvidaron?


Desde aquí arriba los veo:

qué torpes son sin mis pies,

sin mis consejos,

qué mal se mueven en el pavimento,

no saben nada del sol,

no conocen la pólvora,

tienen que aprender a ser niños,

a comer, a invadir,

a subir las montañas,

a organizar los cuadernos,

a matarse las pulgas,

a descifrar el territorio,

a descubrir las islas.


Ha terminado todo.


Se han ido por sus calles a sus guerras,

a sus indiferencias, a sus camas.

Yo me quedé pegado

entre los dientes de la soledad

como un pedazo de carne mascada

como el hueso anterior

de una bestia extinguida.


No hay derecho! Reclamo

mi dirección zonal, mis oficinas,

el rango que alcancé en el regimiento,

en la cancha de los peloteros,

y no me resigno a la sombra.


Tengo sed, apetito de luz,

y sólo trago sombra.





Pablo Neruda. Defectos escogidos, 1974. En Antología poética. Alianza, 2015.

Imagen: Aleksandr Ródchenko, 1932.

jueves, 23 de febrero de 2017

Su voz



                                                                                        A Conrado Santamaría


Su voz,

aunque grito,

aunque denuncia, fuego, piedra,

aunque lamento, rabia,

aunque piel y bofetón y sacudida,

su voz temblor, pasión,

su voz arremetida,

también valiente, espejo,

sangre o herida,

su voz, digo, su voz

aunque interrogatorio,

testigo, llanto, estigma,

su voz blanca, rotunda,

nunca miedo, nunca titubeo,

su voz jamás fingida o desalmada,

esa voz nos levanta en la caída

y nos dice al oído: a por ellos.





Luis Javier Pinar

Imagen: Gerald Scarfe. El grito.