Aquel niño tenía
extrañas manías.
Siempre jugábamos a que él era un general
que fusilaba a todos sus prisioneros.
Recuerdo aquella
vez que me echó al estanque
porque jugábamos a que yo era un pez colorado.
Qué viva
fantasía la de sus juegos.
Él era el lobo, el padre que pega, el león, el hombre del
largo cuchillo.
Inventó el juego
de los tranvías,
y yo era el niño a quien pasaban por encima las ruedas.
Mucho tiempo
después supimos que, detrás de unas tapias lejanas,
miraba con ojos extraños.
Vicente Aleixandre. Historia
del corazón, 1954.
Imagen: Shōji Ueda, 1950.
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