Son los que son.
Apacibles, pacientes, divagando
en pequeños rebaños
por el recinto ajardinado,
vedlos.
O mejor, escuchadlos:
mugen difusa ciencia,
comen hojas de Plinio
y de lechuga,
devoran hamburguesas,
textos griegos,
diminutos textículos en sánscrito,
y
luego
fertilizan la tierra
con clásicos detritus:
alma mater.
Si eructan,
un erudito dictum
perfuma el campus de sabiduría.
Si, silentes, meditan,
raudos, indescifrables silogismos,
iluminando un universo puro,
recorren sus neuronas fatigadas.
Buscan
-la mirada perdida en el futuro-
respuesta a los enigmas
eternos:
¿Qué
salario tendré dentro de un año?
¿Es
jueves hoy?
¿Cuánto
tardará
en derretirse tanta nieve?
Ángel González. 101
+ 19 = 120 poemas. Visor, 2000.
Imagen: Asterio Mañanós. Salón de lectura de la Biblioteca del Senado.
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