Y vi que los carniceros al
tercer día,
al tercer día de la tercera noche,
comenzaban a florecer en los cementerios
como brumosos lirios o como líquenes.
Y vi que los carniceros al tercer día,
llenos de tordos que eran ellos mismos,
volaban persiguiéndose, persiguiéndose,
constelados de azufres fosforescentes.
Y vi que los carniceros al tercer día,
rojos como una sangre avergonzada,
jugaban con siete dados hechos de fuego,
pétreos como los dientes del silencio.
Y vi que los perdedores al tercer día,
se reencarnaban en toros, cerdos o carneros
y vegetaban como animales en la tierra
para ser carne de las carnicerías.
Y vi que los carniceros al tercer día,
se están matando entre ellos perpetuamente.
Tened cuidado, señores los carniceros,
con los terceros días de las terceras noches.
Óscar Hahn. Poemas
de la era nuclear. Bartleby, 2008.
Imagen: Don Mccullin. Ovejas
al matadero, 1958.
Y al séptimo día, el amo del matadero siguió descansando.
ResponderEliminarSí, pero quizás con menos tranquilidad, quizás con un poco de insomnio.
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