Tiene algo de autopsia
la mesa del almuerzo
donde los hombres juegan a tener importancia.
La precisión del corte, de la hora, del castigo
a la hija,
a la pornografía de la masticación.
La urbanidad, silencio
de tres.
Impolutos los dedos y el mantel,
su función es cubrir los genitales.
Los labios no rozan la comida,
en la boca no pueden quedar restos.
La piel no se arranca con las manos.
Se interpone el metal.
María Solís Munuera. En Voces del Extremo. Poesía y
raíces. Amargord, 2016.
Imagen: Francesca Woodman.
Muchas gracias, Conrado, por compartir el poema, y por acompañarlo con una foto de Francesca Woodman. Esta no la conocía, y le va genial al texto. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, María, por este poema tan contundente. Un abrazo.
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