Desobedecer con la terca humildad
del que no tiene argumento intelectual que lo defienda
pero tiene el sentido primitivo de lo justo.
Desobedecía, así, desde niña
cuando no creía que los padres tuvieran siempre razón,
ni que las sotanas fueran palabra de Dios.
Desobedecía cuando me hablaban de la verdad mintiendo,
Cuando predicaban pero no daban trigo
y cuando me decían que obedecer era amar
pero yo intuía que amar era otra cosa
que agachar la cabeza para esperar el golpe.
Cuando escuchaba mi nombre
nunca dije “servidora”.
Begoña Abad. Diez
años de sol y edad. Pregunta, 2016. En Qué
será ser tú. Antología de poesía por la igualdad. Ana Pérez Cañamares y María
Ángeles Maeso (antólogas). Universidad de Sevilla, 2018.
Imagen: Lee Jeffries
Sin la desobediencia, el ser humano queda reducido a mero autómata.
ResponderEliminarSalud insumisa!
De hecho, puede decirse que la desobediencia es el acto con que el ser humano empieza a construirse como tal ser humano. Salud
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