Para algunos poetas,
solo la Coca Cola, el FMI o los Marines
tienen permiso
para cambiar el mundo.
Su consigna es clara:
Si algo te hace daño, cambia de canal,
pero no escribas sobre ello.
Para esos poetas
solo los ahogados deben salvar a los que están
ahogándose,
y los que tenemos pan, ciertos lujos y un techo
confortable,
no deberíamos escribir más que para dar gracias al patrón
o entonar versos a la Virgen para ganar el Adonais.
Si algo tienen claro es que no quieren traidores de
clase,
para ellos, los de abajo tienen el deber de tragárselo
todo,
sin truco ni trampa,
y los de arriba no tienen más obligación
que mirarse el ombligo
y felicitarse por haber caído en seco.
¿Por qué tendrán estos poetas tanto miedo
a que pasen a la fiesta
los que nunca fueron invitados?
Desde el príncipe Kropotkin
pasando por el noble aristócrata Miguel Bakunin
hasta llegar a un pobre gitano huérfano de apodo
Marianet,
supieron
que nunca un ahogado
ha salvado
a quien se está ahogando.
Antonio Orihuela. Todo
el mundo está en otro lugar. Baile del Sol, 2011.
Imagen: Banksy. Mona
Lisa Bazooka, 2007-08.
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