El harapo del vagabundo, trama
camal en cuyos hilos
se arropa el cuerpo errante, vive
su caminar como el chorro
de sueño, hecho de humildes letras
diarias, de quebrantos tejidos
en la noche, y es más puro
que la virtud, más abundante
que la opulencia, cristal donde
la indefensión del mundo se hace más
invencible, porque es cierto que nadie
puede ser tan heroico
como el que es hijo de la libertad.
José Manuel Caballero Bonald. Pliegos de cordel, 1963. En Somos el tiempo que nos queda. Obra poética completa
1952-2009. Austral, 2011.
Imagen: Bruce Davidson, London, 1960.
No hay comentarios:
Publicar un comentario