Será porque en mi niñez nunca pisé la playa,
róbate un coche y llévame a conocer el Mediterráneo.
Quiero ver las olas con dientes entregar claveles negros
en las costas enladrilladas del porvenir malagueño.
Déjame con salitre en el pelo hasta aparecer
en los radares Frontex de la modernidad.
[Y qué le voy a hacer si tú…
mueres en el Mediterráneo]
Lámeme con lengua de concertina
en el atardecer ibicenco a ritmo de MDMA.
Si Benidorm es cementerio de elefantes ingleses,
naveguemos a la deriva hasta flotar en Tarajal.
Escóndeme un fardo de costo en una cala griega
donde desnudos de horarios gimamos sin pedir rescate.
[Y qué le voy a hacer si tú…
mueres en el Mediterráneo]
Mírame, petrificada, a los pies de Lampedusa
o véndeme un pareo en una playa romana.
Pero no te mueras junto a mi tumbona
que mañana es 1 de septiembre y tengo bastante
con soportar la depresión post-vacacional
y no haber sido portada de la revista Hola.
[Y qué le voy a hacer si tú…
mueres en el Mediterráneo]
Adrián Ballester Cerezo. En Voces del Extremo. Antología 2012/2016. Coord. Antonio Orihuela.
Amargord, 2017.
Imagen: Sima Diab
Ojalá algún día podamos afirmar que la otra versión es, de Algeciras a Estambul, la auténtica. De momento, la genista está de vergonzoso luto.
ResponderEliminarSalud!
Y el Mediterráneo empedrándose de cadáveres de forma que, si no cambia la cosa, lo podremos pronto cruzar a pie y sin conciencia. Salud!
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