Vedlo sobre la alfombra
con sus ojos beodos de batracio,
sucio, petrificado por el miedo,
farfullando su lengua irremediable
ante la sombra dura de la suela.
El odio que creó,
que tan certeramente propagara,
se convirtió en gigante,
y allí está frente a él,
dispuesto a exterminarlo.
Con qué placer lo aplasta y lo espanzurra
hasta que sólo queda
la purulenta bilis,
una costra, una mancha vagamente
difusa por los años.
Para torva desgracia
de aquellos que pudieron restañar
la repulsión de hablarle,
su imagen humillada
continuará invadiendo,
con su verde y podrida pestilencia
nuestra infausta memoria.
Justo Jorge Padrón. Resplandor
del odio. Espasa Calpe, 1993.
Imagen: Henri
Cartier-Bresson. Stock Exchange, London, 1955.
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