En la
trena lo tienen aún
a Jaime, la prenda
de la buena compañía;
en chirona está Paco Gil,
que
así se sonreía;
y Miguel en Carabanchel,
y en las Ventas las tres Marías;
para
Izquierdo, Aldecoa y Giral
y Emilio y David
son
número los días;
y también a la sombra está
Josefa García.
Los jüeces,
como es natural,
se van a la Toja,
o si no, a Fuenterrabía;
su permiso irá a disfrutar
el
blanco policía:
la Justicia descansa al sol;
pero no muere todavía:
generales,
ministros y Dios
tostándose están
las
panzas respectivas.
Y también a la sombra está
Josefa García.
La señora
que va de bazar,
jarrones, visillos,
sábanas, mantelerías;
la empleada el Sábado, al fin,
el tren de cercanías:
cada cual en su condición,
todo el mundo a vivir su vida;
y en
el apartamento dos mil,
con hielo y con gin,
el disco se vacía.
Y también
a la sombra está
Josefa García.
No están
ni por fu ni por fa,
ni culpa ni causa,
ni pasión ni ideología,
sino porque guerra la paz,
porque
la noche día:
por la misma razón que aún
cruje el arco y gime la lira:
aquel
hombre que vive a jornal
y aquélla que ya
más
flores no le envían.
Y por eso a la sombra está
Josefa García.
Porque
llaman amor a la ley
y ley a la fuerza
y verdad a la mentira;
y por eso el sol sabe a hiel
y el pan a cobardía,
y los libros a muerto y
a sin sal la sabiduría,
y
los besos de hombre y mujer
a cal, y el amor
a
reja y celosía,
desde que ella a la sombra está,
Josefa García.
En el
patio central del penal
hay una morera
que florece a mediodía
de palabra al vuelo que va
por
esas galerías:
“Libertad no sabéis lo que es,
pero sí penitenciaría.
El que
quiera romper la prisión,
que encuentre la luz
negando cielo arriba
que en el cielo Dios y a la sombra esté
Josefa García”.
Agustín García Calvo. Canciones
y soliloquios. Lucina, 1982.
Imagen: Adriana Lestido. Mujeres presas, 1991-1993.
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