Y sin que ya esperáramos colores
después de tanto oscuro u otro gusto
distinto a la ceniza,
después de tanta hambruna a las espaldas,
¿quién nos iba a decir que esta mañana,
con palabras corrientes,
con los gestos más simples,
con los mismos pigmentos que antes despreciáramos,
íbamos a alcanzar lo que ahora toco?
¿Os acordáis? Un día
sacamos el mortero
y majamos al fin nuestra ceguera
hasta mudarla en harina de luz,
y la amasamos,
y de nuevo encendimos el horno de la plaza
para cocer alegres este asombro
de pan que ahora
compartimos,
compañeros sin más, al mediodía.
Conrado Santamaría. De
vivos es nuestro juego. Ruleta Rusa, 2015.
Imagen: Odd Nerdrum. Ladrillo
blanco, 1984.
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